La sala de espera de un aeropuerto está siempre llena de emociones, pues vemos parejas que se reencuentran, familiares que no se ven desde hace tiempo; y en este caso, un militar y su compañero de guerra: un perro.
Nervioso, porque no sabía si lo reconocería luego de años de no verlo, Vance McFarland esperaba la llegada de este pasajero en particular en el aeropuerto de Boise, en Idaho, Estados Unidos.
McFarland se paseaba por la sala con un pequeño perro de juguete en las manos mientras esperaba la llegada de Ikar, un perro lobo checoslovaco.
“Espero que me recuerde”, dijo McFarland. Ambos no se habían visto en tres años, desde que sirvieron en el ejército, juntos en Afganistán en 2012. Ikar fue entrenado como Perro Táctico de Detección de Explosivos y siempre estaba junto a McFarland.
Ambos estuvieron en Afganistán detectando bombas en el campo. “Algunas veces las cosas iban bien, algunas otras eran difíciles. Tener a Ikar definitivamente hizo las cosas mucho mejores”. McFarland encontró confort en su compañero.
“Tener un perro contigo cuando estás en servicio es como tener un poco de casa”, dijo.
Cuando ambos regresaron de Afganistán en 2012, los separaron. McFarland recuerda que Ikar fue enviado a otras misiones con alguien más. Pero no le dieron trabajo y quedó abandonado en una perrera.
Ya que McFarland era su primer entrenador, alguien se puso en contacto con él por Facebook y le dijo la situación en la que estaba Ikar.
“Tenía todo tipo de mensajes en Facebook, la gente estaba preguntándome si era mi perro, me dijeron que había sido abandonado y salvado, y que tenía la oportunidad de adoptarlo ahora”.
Ikar vivirá con McFarland, su esposa y otros dos perros.
“Va a vivir el resto de su vida en retiro, consentido, muy consentido”, dijo McFarland.