No es nada nuevo buscar imitar a la naturaleza con la tecnología, sobre todo a los animales y sus movimientos, que son resultados de siglos de “ingeniería” natural, con movimientos elegantes y sofisticados. Incluso hemos intentado imitar al ser humano con proyectos de robótica como ASIMO y Junko Chihira. Pero también es posible hacer esto con otro método.
En el Preston Innovation Laboratory (PIL), de la Universidad Rice, en Houston, Texas, Faye Yap inició su propio proyecto de ingeniería inversa a la naturaleza, reanimando a una araña lobo como Frankenstein lo hizo con su monstruo en la literatura. La ingeniera bautizó al nuevo campo de horrores que fundó como “necrobótica”.
Necrobótica
La mezcla entre “necro” (muerto o cadáver en griego) y “robótica”, que hace referencia al término “robota” o labor forzada, da lugar a este neologismo que literalmente se refiere a “poner cadáveres a trabajar” para nosotros.
En su nuevo trabajo académico, Yap y su equipo dan detalles sobre el proceso de reanimar cadáveres para ponerlas a su servicio. El instrumento resultante de estos esfuerzos tecnológicos ha sido llamado “brazo necrobótico”, conformado por mecanismos difíciles de replicar (incluso imposibles de imitar) por la tecnología. Además, es capaz de manipular objetos livianos.
Brazo mecánico de los horrores
Básicamente, el proyecto del equipo de Yap tiene que ver con convertir el cuerpo sin vida de un pobre bicho en un brazo robótico funcional: es una suerte de control de funciones fisiológicas post mortem por medio de ingeniería inversa.
¿Qué beneficios tiene esto? Bueno, probablemente, desde el punto de vista estético, si quieres aterrorizar a alguien con tu brazo robot, esta sea una buena opción. Además, el bajo costo (económico) de un cadáver de araña podría justificar el tiempo invertido en el proyecto. Eso sí, le costó la vida al bicho.
El laboratorio
En el centro de investigaciones tecnológicas se le da particular atención al desarrollo de los materiales compuestos, que son aquellos que se salen de lo común, para conseguir funcionalidad más allá de la ofrecida por materiales “tradicionales”.
Así, plásticos, metales y componentes electrónicos (de semiconducción) son dejados de lado a favor de elastómeros e hidrogeles susceptibles de control por medio de reacciones químicas, neumáticas, hidráulicas e incluso lumínicas. La adaptación de los materiales que componen a las arañas es, por supuesto, un paso más allá en esa misma dirección innovadora.
Necrobótica vs. sistemas biohíbridos
En el trabajo de Yap se compara a las tecnologías que proponen aprovechar sistemas necrobóticos, que tienen un medio de control y una parte funcional, es decir, el cadáver, con los sistemas biohíbridos, que emplean métodos fúngicos y vegetales con fines estructurales y de aprovechamiento de energía (acomodos de tejidos y fotosíntesis, principalmente).
Por supuesto, es evidente que la diferencia fundamental entre necrobótica y los sistemas biohíbridos radica en la complejidad de los productos y en sus outputs: mientras lo necrobiótico es imposible de replicarse y produce movimientos o equilibrio (mecánica), lo biohíbrido se encarga de aprovechar procesos biológicos químicos y estáticos, con un menor grado de control. Así, la necrobótica parece ser un paso válido, si bien morboso, en el campo de la robótica.