Todos en alguna ocasión hemos pensado cómo nos gustaría morir o dónde deseamos que se queden nuestros restos. En algunas ocasiones, esta voluntad se puede cumplir y en otras se deja a la suerte de los familiares. Pero hay un hombre, él único, que sus restos pudieron llegar a descansar en la luna. No se trata de un astronauta ni de alguien que compró su terrenito en la luna, sino de un geólogo que dedicó su vida a investigar el satélite natural de la Tierra.
Los que lo conocieron recuerdan a Gene Shoemaker como un hombre con bigotes recortados, camisas impecables con corbata, así como una característica sonrisa, perfecta para una foto. Las imágenes que se han recopilado de él confirman esto. Eugene Merle Shoemaker nació en 1928 en Los Ángeles, California. A sus 16 años, su espíritu académico lo llevó a estudiar en la universidad y recibirse a sus 20 años, para luego, en 1948, seguir con sus estudios con un doctorado en Princeton.
Gene era una verdadera autoridad en la ciencias planetarias. De hecho, fue reconocido por la NASA por sus conocimientos de la luna, a tal grado que no tardó en convertirse en el maestro de los primeros astronautas que alunizaron, Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Gene, en vida, ya era una leyenda entre la comunidad científica planetaria, pues el hombre hacía grandes contribuciones en las ciencias a las que se dedicaba.
El científico se llegó a sentar con Walter Cronkite, uno de los más reconocidos periodistas del siglo XX, para dar comentarios en los noticieros sobre las caminatas lunares. Estuvo involucrado en los programas Pre-Apolo Lunar Ranger and Surveyor y fue el líder del equipo científico en la misión Clementine de 1994, entre otros muchos reconocimientos, proyectos, titularidades de clases y estudios.
Desgraciadamente, ese instinto aventurero de conocer cráteres de asteroides en la Tierra fue lo que lo llevó a la muerte. El 18 de junio de 1997 se registró la muerte del científico en un accidente de auto en Australia. Era su viaje anual para buscar cráteres de asteroides. Según lo reportado por AP, en el vehículo iba a acompañado de su esposa, la también geóloga, Carlyn C. Porco, quien sobrevivió a la coalición y fue trasladada al hospital para brindarle atención médica.
‘No ir a la luna y golpearla con mi propio martillo ha sido la mayor decepción de la vida’. Sentí que esta era la última oportunidad de Gene de llegar a la luna y que sería un tributo apropiado y hermoso para un hombre que fue una figura imponente y un pionero en la exploración del sistema solar.
—Carolyn C. Porco, esposa de Gene
De esta manera, al enterarse de la muerte de su esposo y su póstuma cremación, decidió que su última oportunidad para que Gene fuera a la luna era esa. Por ello contactó con la NASA y les comentó sobre sus intenciones y, en apoyo al querido científico, la NASA envió una cápsula al espacio con sus cenizas para convertirse en el primer geólogo en la luna y la primera persona enterrada en ella.
Lanzaron a la luna una cápsula conmemorativa abordo del Lunar Prospector, que estaba construida con policarbonato, de una pulgada y tres cuartos de largo y siete décimas de pulgada de diámetro. Esta viajó dentro de una funda de aluminio sellada al vacío y probada en un vuelo montada al interior de una nave espacial. Alrededor de la lámina, se colocó una imagen del cometa Hale-Bopp y una inscripción con un verso de Romeo y Julieta de William Shakespeare con el pasaje:
Y, cuando yo muera, / córtalo en mil estrellas menudas: / lucirá tan hermoso el firmamento / que el mundo, enamorado de la noche, / dejará de adorar al sol hiriente.