Pensar en los unicornios nos remite a la mitología. “Caballos mágicos” con un cuerno en la frente, que cuidan los bosques y son protectores de la naturaleza suena bien para un cuento infantil, pero hace solo unos cientos de años, estos seres formaban parte de las investigaciones científicas. Incluso grandes filósofos y eruditos de la época llegaron a recrear un supuesto unicornio a través de huesos fosilizados encontrados en Alemania.
Actualmente, el Museo de Historia Natural de Magdeburgo, en la ciudad homónima, alberga la representación de un “unicornio”. Un esqueleto que ha pasado por años por la risa de expertos y se ha convertido en el testimonio de la evolución de la ciencia y cómo la zoología y la geología ahora encuentran conclusiones críticas y objetivas alejadas de la especulación.
En realidad no se trata de un “unicornio”, sino una fallida representación a través de huesos de un rinoceronte lanudo, una especie extinta que vagaba por gran parte de Eurasia hasta finales de la última Edad de Hielo. Básicamente, es un rompecabezas de lego armado con piezas de diferentes animales, pero que en el siglo XVII, las mentes más brillantes de Alemania estaban convencidas del hallazgo de la mítica criatura.
Los huesos fueron encontrados por Otto von Guericke en 1663 dentro de una cueva montañosa en Seweckenberge, una estepa alemana conocida por contener fósiles de la Edad de Hielo y más allá, cerca de la ciudad de Quedlinburg, Alemania. Este hombre no estaba alejado de la ciencia, inventó la bomba de vacío, entre otras aportaciones a la física.
Sin embargo, concluyó que la composición de los huesos se podría atribuir a un unicornio. No encontró un esqueleto completo, solo unos huesos con los que supuso el hecho y completo la forma del supuesto unicornio a través de ilustraciones. Y no lo juzgamos; la precisión de las investigaciones, los métodos científicos y la divulgación de la información eran complicadas en ese tiempo. El rinoceronte lanudo fue descrito por primera vez en 1769 por el naturalista Peter Simon Pallas, tan solo un siglo después de los hallazgos de von Guericke.
Del descubrimiento a la literatura
Unos años después del descubrimiento, otro científico alemán, Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1717), reunió algunos escritos de “observadores de confianza” para elaborar su libro Protogea, en donde tocaba brevemente el origen geológico de los minerales y de los fósiles. El libro era comprensible para los contemporáneos, pero hoy dista una partida objetiva del mundo ya observado y analizado rutinariamente.
Uno de esos informantes era von Guericke. Leibniz tomó las aportaciones del “unicornio” y con una ilustración de Micahel Bernhard “Valentine”, hecha con las notas y bocetos de von Guericke y observaciones de Johan Mayers, incluyó la imagen del supuesto unicornio en su publicación de Parotogea hecha en 1749, póstumo a su muerte. Leibniz estaba convencido de la aportación y hasta los llamó los huesos de una “quimera”.
A pesar de ser un hombre de ciencia, la literatura de Leibniz fue cuestionada en el siglo XX y llegó a ser descrito como un “intérprete sobrio, cauteloso, un escéptico, podría decirse, pero está preparado para admitir la posibilidad de muchos fenómenos extraños”. Aunque también, como muchas personas de su época, creía en “fenómenos marginales” y “varios monstruos”, aparte de que se sabía que cambiaba su percepción de acuerdo a las personas que lo rodeaban.
La verdadera historia contada
En 2021, Thijs van Kolfschoten, profesor de Paleonto y Arqueozoología de mamíferos en la Universidad de Leiden, publicó un escrito en el que describe la composición del supuesto “unicornio”, atribuyendo los huesos a partes de animales diferentes, sentando una base sólida en el análisis de estos fósiles y destruyendo los mitos a su alrededor.
Lo más probable es que el cuerno sea el ‘colmillo de una narval’, [de hasta tres metros en adultos] (…) El cráneo del ‘unicornio’ parece un cráneo fósil de un rinoceronte lanudo y los omóplatos y los huesos de las dos patas delanteras son del extinto mamut lanudo.
Sin embargo, cada año siguen surgiendo nuevas publicaciones de personas que se burlan de la representación del “unicornio” en el museo y aprovechan para resaltar los avances de la ciencia, que ahora nos permite tener precisiones históricas sobre las especulaciones en los huesos, reforzando que las presentaciones están más cercanas al arte que a la ciencia.