En nuestros tiempos una nalgada era como un psicólogo: corregía berrinches, formaba el carácter y reafirmaba la autoridad de los padres en el sistema familiar. Pero los verdaderos psicólogos de hoy tienen otra opinión.
Para muchos de nosotros recibir una nalgada fue de lo más común cuando nos portábamos mal. Si molestabas a tu hermano, si rompías algo o si no te comportabas en la escuela, sabías que no escaparías del castigo. Sin embargo, los profesionales de la salud mental dicen que esa práctica común ha causado más daño que solo unas posaderas enrojecidas.
Se publicó un estudio sobre este tema realizado por un grupo de expertos en la Universidad de Michigan, en EE. UU. Esa investigación relacionó la salud mental de los adultos con sus experiencias adversas en la infancia, específicamente si habían recibido nalgadas como medida correctiva.
Para este estudio fueron entrevistados 8316 personas con edades entre 19 y 97 años, todos miembros de una organización de salud mental en California. La primera pregunta que contestaron fue si los habían nalgueado durante su infancia.
Se registró como un NO cuando los adultos decían no haber recibido una sesión de nalgadas, o si recordaban que sucedió una o dos veces máximo. Pero se registraba como un SÍ cuando comentaron recibir nalgadas varias veces por año. Después se les hicieron diferentes pruebas psicológicas para evaluar su salud mental.
A los participantes les hicieron exámenes de depresión, alcoholismo moderado, uso de drogas e intento de suicidio. Al final, los expertos relacionaron toda esta información y concluyeron que recibir nalgadas en la infancia afecta más de lo que se creía.
El 54.3 por ciento de las personas encuestadas recibieron nalgadas y fueron las que presentaron índices más altos de los problemas mentales que evaluaron. Su conclusión fue que estos castigos corporales pueden ser un factor en el desarrollo de depresión y otros trastornos psicológicos.
Así que si estás deprimido y te gusta beber, lo más probable es que hayas recibido más de dos sesiones de nalgadas cuando eras pequeño. ¿Te las merecías? Seguramente sí ¿te marcaron de por vida? Los expertos dicen que sí.