Todos vemos las advertencias de exceso de grasas, sodio y azúcar en los productos chatarra de la tiendita, pero quizá rara vez nos detenemos a pensar en qué significan realmente para nuestra calidad de vida. La realidad es que eres lo que comes y si no tienes cuidado con lo que estás consumiendo, no pones cuidado en lo que eres o en lo que te estás convirtiendo, como le pasó a un joven padre cuando su hijo logró sacarlo del círculo vicioso de malos hábitos en el que estaba atrapado.
Matthew Riggs, trabajador de tecnologías de la información de 33 años oriundo de Essex, Inglaterra, tenía malos hábitos alimenticios y su modo de vida sedentario lo estaba poniendo en peligro de convertirse en una estadística más por su condición de salud menos que óptima. Entonces su hijo, Harrison, que acababa de estudiar acerca de salud en la escuela, le preguntó “si iba a morir” por estar tan descuidado. Esa fue una poderosa llamada de atención para Matthew que cambió su modo de vida en 180 grados y ahora que está en forma puede decir con confianza que disfrutará la vida con sus hijos por mucho tiempo
Tocando fondo
Matthew Riggs había vivido con malos hábitos por más de 20 años cuando su hijo lo hizo despertar. A sus 11 años, su papá falleció a causa del cáncer y, según él, empezó a comer para combatir la ansiedad; para cuando tenía 16 años ya pesaba 140 kg. Los malos hábitos que lo pusieron en esa condición siguieron durante su vida adulta y su trabajo en tecnologías de la información lo mantenían en un escritorio frente a un monitor, lo que no le ayudaba a quemar calorías en lo absoluto.
Aunque Matthew siempre había estado gordito, él platica que los últimos tres años fueron aún peores que el resto de su vida, pues se retacaba de comida hasta cuatro veces al día y luego al llegar a casa, se comía todo lo que le hacía su esposa, lo que se pasaba con una botella entera de ron. Así llegó a pesar 177 kilogramos. A pesar de que él se daba cuenta de que iba haciéndose más grande, porque su ropa no le quedaba, no notó que “algo iba mal” hasta que su hijo le preguntó: ¿Te vas a morir, papi?” y esa simple pregunta insospechadamente transformó su vida.
Un cambio decisivo
La pregunta de Harrison fulminó a su padre como un rayo y, destrozado por la angustia, el hombre le preguntó por qué decía eso. El pequeño de siete años entonces le explicó que en la escuela habían hablado sobre los malos hábitos y él temía que su papá sufriera un ataque al corazón. Aunque le dijo a su hijo que “no fuera ridículo”, luego de huir a su habitación, sin palabras, se vio en el espejo y se preguntó “¿Qué estoy haciendo?”, para acto seguido volver con su hijo, a quien le hizo una promesa que cambiaría su vida a partir de entonces:
Escúchame, hijo, te prometo que tu papi va a ponerse en forma, va a ponerse fuerte y se va a poner muy saludable, te lo probaré y demostraré que puedo hacerlo.
– Matthew
Para poner en marcha el trabajo que apoyaría a la promesa que acababa de hacer, se fue con un amigo al gimnasio unos días después de hacer la promesa. Aunque Matthew dijo que presentarse en el gimnasio fue algo intimidante para él como un “tipo gordo”, también afirmó que con el apoyo de su amigo, que le dijo que se pusiera sus audífonos y se enfocara en sí mismo, empezó su camino para mejorar su vida. De ese modo, llegó a descubrir un nuevo amor por el ejercicio diario, que, a partir de entonces, realizó religiosamente, pues cuando le decían que descansara, él replicaba que ya había “descansado lo suficiente” y que “el momento de arreglar esto es ahora”.
Su nueva vida
El padre dice que en tan solo un par de meses, una dieta saludable y balanceada junto con su rutina de ejercicios se volvieron un hábito que le permitió seguir adelante no solo porque estaba perdiendo peso, sino porque también se sentía mejor, más feliz e iba agarrando confianza. El cambio fue tanto físico como mental, pero para él, lo más gratificante fue que Harrison no tendría que volver a tener miedo de que algo le pase a su padre, pues perdió 84 kilogramos luego de un año de trabajo intensivo; era la mitad del hombre que había sido, con tan solo 93 kilos de peso ahora, aunque, por lo menos, el doble de saludable.
A final de cuentas, su esposa está más feliz con el nuevo aspecto de su marido, pero los cambios de hábitos de Matthew incluyen otros beneficios, pues ahora puede jugar futbol con su hijo y salir en paseos de bicicleta con su hija, lo que le ha ayudado no solo físicamente, sino también en lo mental, ya que siente que está haciendo el bien tanto por su familia como por sí mismo, lo que le ha dado más confianza y lo ha alejado de la depresión que ahora admite sufría cuando estaba “pasadito de peso”.