Pareciera que hoy en día las relaciones son cada vez más distantes. Las parejas, a pesar de estar juntas, hacen su vida por separado y se preocupan menos por el romanticismo y atención entre ellos, es una verdadera tristeza.
Pero no me mal interpreten, dentro de todo ese caos aún hay historias como la de este abuelito, que está completamente enamorado de su viejita y haría por ella cualquier cosa, incluso plantar 2 millones de flores para verla sonreír. Los señores Kuroki se conocieron en la década de los 50 y desde el momento en que decidieron vivir juntos juraron ser felices y amarse por siempre.
Cuando la pareja se retiró, planearon invertir su pensión en viajar por Japón y conocer su país, pero el destino no jugó a su favor. Tenían todo preparado para comenzar la aventura, cuando la señora Kuroki tuvo complicaciones por su diabetes y terminó perdiendo la vista y hundiéndose en una terrible depresión. Su vida había cambiado por completo, más su compañero de vida no estaba dispuesto a verla así por más tiempo.
El señor Kuroki juró cuidarla y sacarla a pasear para que no se quedara acostada en casa. Conforme pasaron los días, el señor notó que su esposa se ponía feliz cuando los vecinos se acercaban a elogiar su jardín de flores de shibazakura (sus favoritas), una planta colorida y pequeña cuyos pétalos parecen corazones y desprenden un aroma delicioso. Fue ahí cuando el hombre entendió que, aunque ellos no podían visitar Japón, él podía llevar lo mejor de este país a su querida esposa.
Fue así como Kuroki puso manos a la obra y plantó millones de flores que adornan su hogar y dan a su jardín un llamativo color rosa y un aroma excepcional. Su hazaña llamó la atención de las personas de la región, y con el paso del tiempo su casa se convirtió en una atracción turística para el país entero, pues en los meses de primavera y verano su propiedad se convierte en un tapiz de flores enorme.
Ahora, la pareja de enamorados es famosa y recibe muchas visitas año con año de personas interesadas en sus flores y la historia de estos dos tórtolos. La mayor recompensa para el señor Kuroki es ver a su señora sonreír y platicar con los visitantes, y para ella no hay nada más hermoso que oler las flores que su esposo plantó con tanto amor para ella.
Si esto no es amor, entonces no sé lo que será.