Cuando Henry Mutebe era solo un niño, su padre murió y su madre se hizo cargo de él y sus hermanos. Henry terminó estudiando en un internado, pero debido a la ajetreada carga de trabajo de su madre, no podía visitarlo. Sin embargo, un anciano de su pueblo viajó sin falta todos los domingos por tres años, para visitarlo. Casi 30 años después, el joven cumplió su sueño y volaron juntos en un avión.
Hace unos meses, la historia de Henry Mutebe conmovió a los usuarios de internet. Originario de una pequeña aldea en Nabitovu Village, subcondado de Nambale, distrito de Iganga, en Uganda, las vueltas de la vida dejaron al joven en la escuela primaria de Namalemba, por entonces una escuela muy notable a lo largo de la carretera Tirinyi-Mbale. Los alumnos podían recibir visitas los domingos, pero su madre solo pudo acompañarlo dos veces.
En la aldea había un anciano llamado Wilson Dhabangi, quien solía andar en bicicleta boda boda, donde transportaba pasajeros a cambio de un pago. Pronto, las motocicletas abarcaron ese espacio y el trabajo para Wilson disminuyó. A sus 50 años no sabía leer, vestía con la misma camisa vieja y rota, no tenía zapatos y usaba unas viejas pantuflas. Ese hombre, al ver que la madre no podía estar con el pequeño, decidió acompañarlo.
Todos los domingos, mientras Henry estuvo en el internado, no falló en ir a visitarlo, sin importar el clima o su salud. El chico narra que el anciano recorría tres horas en bicicleta por caminos accidentados y puentes rotos. Cuando llovía mucho, a veces el agua que corría se llevaba las piedras y el suelo, pero aun así, Wilson cruzaba.
Me dijo que si trabajaba duro y escuchaba a los maestros, volaría en aviones y viajaría a diferentes lugares. Dijo que si tenía éxito, incluso las personas como él que nunca recibieron una educación tal vez tendrían la oportunidad de volar. Por alguna razón, siempre enfatizó el tema de volar.
—Henry Mutebe
“Lee mucho” es el consejo que el viejo le daba para no terminar como él. Después de 27 años, Henry preparó una sorpresa para Wilson, de 73 años, y otra mujer, Rebecca Mukyala, de 51, quien apoyó a su madre Jane Bainatunga, a cuidar a sus cuatro hijos. Trabajó duro con el fin de conseguir boletos para viajar con ellos. Logró sacarlos del pueblo sin que supieran a dónde iban, hasta que llegó el momento de confesarles.
Wilson lloró: mi corazón se hundió.
Henry compartió su historia con la Uganda Airlines, quienes se conmovieron al leerla y decidieron hacer su viaje lo más agradable posible al pasarlos a clase ejecutiva. El piloto se acercó a felicitar a los ancianos, compartió la historia con los pasajeros y les dedicó el viaje. Fue así que Wilson y Rebecca viajaron por primera vez en avión.
En el camino, Wilson me hizo mil preguntas asombrado por la tecnología y la sensación de estar en un avión. Lloró en algún momento mientras también reía. Cuando aterrizamos en el aeropuerto Jomo Kenyatta, muchos pasajeros fueron muy amables. Vinieron y agradecieron al anciano y a Rebecca. También me felicitaron por no olvidar a este hombre. Me sentí tan humilde. ¿Cómo podría?
—Henry Mutebe
Pasaron la noche en Nairobi, Kenia, y al día siguiente visitaron el centro de jirafas y el orfanato de animales, así como la ciudad. Después de años, Henry nunca olvidó los cuidados de Wilson y su “tía Becca”, aquellos consejos y los momentos que pasaron juntos. Pero la historia no acaba aquí, pues al regreso, muchos se interesaron en ayudar a Wilson y Rebeca y se inició una campaña de recaudación de fondos para construirles una casa.
Uganda Airlines también participó, y se inició la construcción de una casa para cada uno de ellos con un valor de 350 millones de chelines ugandeses, poco más de 98 mil dólares. Otros socios han contribuido con ofertas de energía solar, cemento, pintura y un proyecto de capacitación para el cultivo de hongos de Agromush que beneficiará a más de 2400 residentes, informó el Daily Monitor.