El destino a veces es cruel y, en ocasiones, quiere que un futuro trágico acaezca sobre quienes ni la deben ni la temen. Tal es el caso de la familia canadiense Lemay-Pelletier, pues tres de sus cuatro hijos perderán la vista cuando sean adultos y ya no podrán disfrutar de los paisajes y las bellezas visuales del mundo.
Por ello Edith Lemay y Sébastien Pelletier, los padres de los pequeños, decidieron que sus hijos disfrutarían de todas las maravillas que el mundo tuviera que ofrecer antes de que se les negara seguir disfrutando del sentido de la vista. Así, emprendieron su viaje alrededor del mundo para, literalmente, ver todo lo que hay que ver.
Diagnóstico fatal
Cuando su hija mayor, Mia, tenía tres años, fue evidente que sufría de graves problemas visuales. Al llevarla con un especialista, años después, se le diagnosticó retinosis pigmentaria, un mal poco común y sin cura o tratamiento efectivo, que afecta la visión crónicamente, llegando a provocar ceguera.
Para entonces, el matrimonio había notado que sus dos hijos menores, Laurent y Colin, de cinco y siete años, respectivamente, presentaban los mismos síntomas que Mia, por lo que los llevaron a examinar. Por desgracia, los dos pequeños también sufrían del mismo mal que su hermana mayor. Por otro lado, Leo, su hijo varón mayor, de nueve años, no sufría de la enfermedad.
El plan maestro
Con un matrimonio de 12 años y sus cuatro hijos, los padres se encontraban frente al tremendo problema de la futura ceguera de sus pequeños. Entonces, Mia puso sobre la mesa una solución extraordinaria al problema “sin solución”: podían darles todos los “recuerdos visuales” que quisieran antes de perder la vista.
Así, los papás pensaron que no les enseñarían una fotografía del mundo, sino que se los mostrarían en vivo y a todo color. De esta manera, empezaron su proyecto de viajar por el globo durante un año.
No vamos a mostrarles una ilustración de un elefante, vamos a llevarlos a ver un verdadero elefante. Llenaremos sus recuerdos de las más maravillosas imágenes de este mundo.
Lanzándose a la aventura
A pesar de estar completamente convencidos de lo que iban a hacer, de que los esposos habían viajado con frecuencia antes de ser padres y de que la familia ya habían salido de viaje anteriormente, era la primera vez que se enfrentaban a un viaje tan largo y ambicioso todos juntos, por lo que las dificultades logísticas se volvieron un obstáculo casi insalvable.
Con la ilusión de llevar a cabo su proyecto, fueron haciendo su guardadito para hacerlo realidad. El último empujón para hacer posible la odisea fue que la empresa en la que Sébastien trabajaba fue comprada, por lo que él pudo aprovechar sus acciones para convertirlas en efectivo y concretar la salida de la familia hacia la aventura.
El plan perfecto nunca sobrevive a la realidad
La idea inicial era que los niños conocieran distintas culturas y personas y que disfrutaran los más espectaculares paisajes, la flora y fauna de todo el mundo, desde un viaje por la estepa rusa hasta los paisajes urbanos y exóticos de la misteriosa China, así como las indómitas regiones africanas. Sin embargo, sus planes fueron retrasados debido a la pandemia por covid-19.
Finalmente, la familia logró salir de Montreal el mes de marzo de 2022, con más esperanzas que un itinerario bien definido.
Salimos sin nada concreto; sabíamos que queríamos ir a algunos lugares, pero empezamos sobre la marcha, con apenas un mes de anticipación.
Toda la tierra, a la carta
Debido a que no tenían un plan estricto que los limitara, la familia empezó a guiarse por sus deseos, en completa libertad. Desde cosas muy sencillas, como montar a caballo, que era la ilusión de Mia, hasta cosas realmente específicas y creativas, como beber jugo mientras viajaban en camello, que fue idea de Laurent, la familia empezó a cumplir los puntos de “su lista” como diversión y meta.
Sabíamos qué queríamos hacer, a dónde queríamos ir. Teníamos algo así como una lista de experiencias que queríamos tener, sin falta.
Qué mundo tan maravilloso
Iniciaron su viaje en Namibia, para conocer elefantes, jirafas y cebras, pero después su corazón viajero los llevó a atravesar las tierras africanas con rumbo a Turquía, Mongolia e Indonesia. Aunque la idea de los padres era que “los niños vieran todo lo que no habrían visto en casa”, se llevaron varias sorpresas con lo maravilloso que es el asombro infantil:
Aunque nos centramos en las vistas, flora y fauna que jamás habrían conocido en nuestras tierra, son supercuriosos y han disfrutado de las cosas más insospechadas: les mostramos maravillas que creemos que amaran e inmediatamente se ve empequeñecido porque les parece que los cachorros que encontraron en la calle son lo más maravilloso que jamás han contemplado.
Tiempos difíciles por venir
Mia sabe de su enfermedad desde hace cinco años, cuando tenía apenas siete. Por su parte, Colin y Laurent saben de su problema desde hace menos tiempo y aún no les queda muy claro cuáles son las implicaciones. De hecho, Colin les preguntó: “¿Mami, qué significa ser ciego? ¿Conduciré un auto?”. Aunque tratan de explicarle a sus hijos lo mejor que pueden, la experiencia ha sido desgarradora para el matrimonio.
Leo, el mayor de sus hijos varones, el segundo de todos y el único cuya visión no está comprometida, siempre “ha dado por hecho” la condición de sus hermanos. Sus padres saben que les esperan tiempos difíciles, por lo que se encuentran viviendo este año de ensueño “al máximo”, lo que ha unido a la familia, fortaleciendo especialmente el vínculo fraternal entre los cuatro hermanos.