Bien dicen que el amor lo puede todo, incluso si eso significa arriesgarte por la otra persona, cometer actos que rayan en lo criminal o que realmente son criminales. ¿Quién no se ha metido a barrios tremebundos y lejanos sólo para visitar unas cuantas horas a su enamorada?
Pero esta pareja francesa superó todas las convenciones del sacrificio por amor, pues juntos instauraron una moda de escapismo y espectacularidad. En 1986, Nadine Vaujour voló un helicóptero a los techos de un edificio en Francia y soltó una soga para que su amado Michel pudiera escapar de prisión. La verdad es que esta clase de fugas no las tiene ni Obama ni El Chapo ni nadie.
En 1986, Michel Vaujour ya había protagonizado cinco fugas de distintas prisiones francesas, pero ninguna como la que orquestó junto a su esposa Nadine y cuya perfecta ejecución recayó en los hombros de la mujer. Nadine, una esposa y persona más bien frágil e introvertida, logró dominar el vuelo en helicóptero en tan solo un mes.
Para ese entonces, Nadine y Michel ya tenían dos hijos. Seguramente, el criminal la estaba pasando muy mal en la prisión, pues no podía estar junto a su familia, mientras que sus seres queridos también debían extrañar muchísimo al padre ausente. Por esta razón Nadine decidió matricularse en una academia de vuelo de helicópteros y aprendió todo de manera sobresaliente, sacando una calificación de 58 puntos sobre 60 en su prueba final de pilotaje.
Nadine tuvo el cuidado de asistir regularmente acompañada por distintas personas a sus lecciones y luego de haber concluido con éxito su curso, rentó la nave durante un tiempo para no generar sospechas. Así lo supieron los investigadores días después del escape. En sus clases, Nadine se presentaba como la anticuaria Lena Rigon, originaria de Estocolmo.
Por su parte, al llegar el día del escape, Michel y otro presidiario amenazaron con volar la cárcel de máxima seguridad, La sante, con unas granadas, aunque en realidad eran frutas pintadas de negro. Ante la admiración y confusión de toda la prisión, Michel y su secuaz alcanzaron los techos de la prisión. A los pocos momentos, un helicóptero salió de la nada y se llevó solamente a Michel colgado de una soga. Así lo describe un artículo de El país de ese año:
Michel, se asió a los patines del helicóptero y se izó al punto hasta la cabina.
El helicóptero se detuvo unos cuantos kilómetros lejos de la prisión y fue quemado en el campo de deportes de la ciudad universitaria. Michel y su esposa abordaron unos carros que ya los esperaban y desaparecieron sin dejar otro rastro más que las huellas de su fidelidad y amor.
La policía llegó al lugar donde el helicóptero había ardido, pero no encontró ninguna pista sobre la identidad del piloto desconocido. Sin embargo, a los pocos minutos llegó el propietario de la agencia de vuelo que había rentado la nave y resolvió el misterio. El piloto no era ningún hombre, sino una mujer: Nadine. Los detectives también acudieron a casa de la madre de Michel. Sin embargo, no encontraron a nadie, habían perdido todo contacto con los Vajour.
A pesar del romántico rescate, cuatro meses después, la compulsión criminal de Michel Vajour lo llevaría de vuelta a la cárcel. Mientras se encontraba robando un banco de París, recibió un disparo en la cabeza que lo dejó hemipléjico, perdió la movilidad en las piernas y también el apoyo de su familia. Nadine fue condenada a 14 meses de prisión, aunque salió antes, cuando dio a luz al tercer hijo de Michel. Después de este doloroso regreso a las cárceles, Nadine se separó de Michel y estudió derecho.
Por su parte, Michel intentó otro escape junto a su nueva pareja, pero falló. Sin embargo, fue liberado antes de cumplir la totalidad de su condena. Junto a su expareja inauguró un deporte prácticamente nuevo, la fuga de prisiones a bordo de helicópteros. No cabe duda que esta es una de las historias de amor más alocadas y parece decirnos que el verdadero amor sólo existe ante el peligro y la emoción de ser apresado.