A veces la gente ama a sus mascotas tanto como a sus hijos… o al menos tanto como amarían a sus hijos si los tuviera, pues los apapachan, alimentan, educan, monitorean su salud y hasta los visten, como si fueran niños. Sin embargo, hay gente en esta situación que considera que por eso merecen las mismas prestaciones que las madres trabajadoras.
Mary Rose tiene 28 años, es oriunda de Sídney, Australia, y trabaja como escritora para el sitio australiano MamaMia. Ella considera que “las mamás de perros” deberían recibir las mismas opciones de flexibilidad que las madres trabajadoras y considera que ser una dueña de mascota le ha permitido apreciar qué tan difícil es ser una madre en la fuerza laboral.
Su “hijo” Frank
El objeto de los amores de Mary es Frank, un perro al que adoptó junto con su pareja desde hace un año. Cuando llegó a su hogar, el 11 de agosto de 2021, la escritora anunció orgullosa que tenía un bebé, a quien “compró en un estacionamiento de Oporto, en Newton”. Incluso llama a su pareja, Seamus Butler, de 30 años, “el papá de Frank”.
Aunque su dueña ha dicho que no tiene idea de cuál sea la raza del can, desde el principio, Mary le ha dedicado los cuidados y la atención que una madre le ofrecería a su hijo o al menos así lo ha dicho por redes sociales, donde publica sus paseos con el perrito y los etiqueta de “cuidados maternos”.
Preocupación por los costos de los hijos
Una de las preocupaciones de Mary y por lo que tuvo una mascota es el tema del costo de tener un bebé en Australia, que fue publicado por el Sydney Morning Herald, pero su alternativa resultó no ser mucho más barata.
A pesar de que en teoría puede dejar a Frank solo y sin cuidados especiales en la casa, Mary sufría constantemente “culpa de madre” al dejar al can solo en casa, por lo que lo inscribió en un programa de guardería canina que le cuesta unos sesenta y cinco dólares diarios.
Dice que necesitan los mismos apoyos que otras familias
Según Mary, las condiciones laborales para las dueñas de perros o, como ella las llama, “mamás de perritos” no son suficientes para asegurar que cumplen con sus obligaciones hacia sus mascotas. Además, no contar con la flexibilidad que se le otorga a las “mamás de humanitos” resulta en un menoscabo a su economía.
Directamente, el costo de la guardería de Frank se incrementa cuando, por motivos de trabajo, le es imposible llegar a recogerlo a tiempo, pues la guardería cobra multas por retrasos. Además, ha señalado que sus problemas no se limitan a los asuntos laborales, sino que ha tenido que renunciar a ir a eventos sociales solo porque no puede dejar abandonado a su pequeño.
Envidia a “las otras madres”
Una de las confesiones de la joven australiana es que ve con ojos envidiosos el modo en que las otras madres trabajadoras pueden irse a casa temprano, tienen horas de trabajo flexibles e incluso tienen la opción de trabajar desde casa.
Sobre sus reclamos y observaciones, ella admite que su situación no es exactamente la misma que el de las madres, pero que su amor por su perro es algo que no puede negar y es más grande de lo que jamás imaginó.
Estoy consciente de que los perros no son niños y sé que no soy una mamá realmente y nunca podría entender completamente las implicaciones de serlo, pero amo a mi Frank más de lo que nunca creí posible.
-Mary Rose