El amor es muy poderoso y aunque puede ayudar a la gente a mover montañas y a sacrificar su vida por el ser amado, es un arma de doble filo, situación que está bien identificada por los estafadores, quienes no dudan en explotar el romance para sus viles propósitos, sin importar a quienes lastimen. Eso sí, hay de trampas a trampas y esta particular estafa estuvo fuera de este mundo.
Una usuaria japonesa anónima de Instagram, de 65 años, se puso en contacto con un estafador por medio de la plataforma social en junio. Él decía ser un astronauta ruso en funciones y logró convencerla de que necesitaba dinero para regresar a la Tierra, jurándole que tenía intenciones de casarse con ella una vez que regresara. Luego de sacarle unos 30 mil dólares, el estafador siguió exigiendo dinero, por lo que la víctima lo reportó a las autoridades, que siguen tras su pista.
Desde la Estación Espacial Internacional, con amor
Subiendo imágenes de la Estación Espacial Internacional, el pillo se creó un personaje de fantasía: él era un “astronauta ruso” trabajando en la estación, pero debido a la dificultad para comunicarse por celular, le resultaba difícil mantenerse en contacto con “la gente en la Tierra”. El estafador subía fotos de la estación, diciendo que aparecía en ellas y dándoselas de aventurero espacial.
El truco del criminal, irónicamente, no fue nada de otro mundo. Luego de empezar a contactar con la mujer de 65 años a partir del 28 de junio, empezó a cortejarla por medio de la aplicación japonesa de mensajería On LINE. El modo de engatusarla fueron los clásicos “Te amo” y “Quiero iniciar mi vida en Japón contigo”. Según reportes de las fuentes japonesas, una de las mejores ocurrencias del fraudulento fue “decir esto mil veces no bastará, pero seguiré diciéndolo: te amo”.
Una cosa llevó a la otra
Una vez que el romance quedó establecido, llegó el momento de aprovechar la confianza que sus facciosas declaraciones de amor le habían ganado y le dijo a su amorcito que necesitaría dinero para cubrir el costo de aterrizar un cohete en Japón. El costo ascendía a unos 30 212 dólares según el “austronauta”. Los pagos del dinero fueron realizados en cinco depósitos entre el 19 de agosto y el 5 de septiembre.
Por supuesto, la mujer, encandilada por las promesas de amor, no puso mucho reparo en pagar tan módica suma para tenerlo a su lado, pero pronto el tramposo empezó a exigir más dinero, lo que la hizo empezar a sospechar que el tipo estaba jugando sucio, por lo que informó a las autoridades sobre la extraña actividad. El fraude sigue siendo investigado.
Estafa a la antigua, pero actualizada
El caso del astronauta y su amorcito es una estafa romántica prototípica, aunque el hecho de que se haya involucrado a agencias como la NASA y la JAXA (Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial) es realmente increíble como el trasfondo, pero todo lo demás es bastante clásico en este tipo de estafas: el pillo crea una identidad falsa y así gana la confianza de su víctima para convencerla de enviarle dinero.
A pesar de que esta modalidad en línea facilita grandemente el trabajo del estafador, pues le da excusas para no dedicarle mucho tiempo y justificar algunas de las carencias o “agujeros” en su historia (permitiéndole incluso estafar a varias víctimas a la vez), es bastante impresionante que la historia del “astronauta” haya sido exitosa. La mujer explica que el uso de las agencias oficiales como fachada ayudaron a que se ganara su confianza.
Epidemia de mal de amores
Aunque las autoridades japonesas no clasifican los casos de estafas románticas aparte de otros tipos de fraude, los casos de fraude que ocurren en sus tierras sí que son estudiados y archivados y resulta que la incidencia de abuso de confianza en el que entran los fraudes como el del romance espacial, llamados fraudes especializados, va a la alza en comparación con datos del año pasado, con un aumento de 911 casos, esto es un aumento del 6.7 por ciento, que llega a un total de 14 461 este año.
El fraude especializado se aprovecha de las barreras que los medios tecnológicos imponen a la comunicación y facilitan el fraude estableciendo cierta distancia entre víctima y victimario. La parte afectada es compelida por los criminales para soltar el dinero, lo que se hace muy fácilmente y de manera expedita por medios electrónicos, mientras que el victimario se mantiene seguro y alejado, con una identidad falsa que es protegida con métodos simples, como culpar a la tecnología por la dificultad para comprobar sus identidades.