Al inicio del año, Sean Laidlaw estaba en Siria trabajando en la desactivación de bombas cuando encontró a Barrie, una cachorrita que se había escondido tras escuchar una gran explosión que la había asustado. A partir de ese momento y durante toda su estadía en Siria, ambos fueron inseparables.
Sin embargo, Sean volvió a casa por unas vacaciones en abril y antes de regresar a Siria, le avisaron que su contrato había terminado de forma abrupta, lo que supuso un inconveniente para volver a ver a su perra.
“Soy quizás la única persona que estaba triste de no regresar a Siria. Estaba en camino al Aeropuerto con mi papá cuando recibí un mensaje de no abordar el vuelo y regresar a casa.
Sean y Barrie quedaron separados por los siguientes meses, en los cuales, la angustia de no volver a ver a su perra lo atormentaba todos los días.
Sean tiene 30 años y vive en Essex, Reino Unido; aunque describe la zona de guerra como una pesadilla, desde que encontró a Barrie, pudo tranquilizarse y hacer más pasajera su estadía en Siria.
“Trabajar en una zona de guerra es regresar a casa y sentarte en un cuarto completamente solo. Tener la compañía de alguien con quien jugar, entrenar mantenía mi mente lejos de todo lo que estaba viendo y habiendo allá. Entrenarla por un par de horas, sacarla a caminar, cosas como esas, en realidad me apartaban de donde estaba. Me dio un poco de normalidad, ella me mantuvo sano.
Aunque todos podremos decir que Sean salvó a la perrita, en realidad fue al revés; fue ella la que lo rescató y lo mantuvo sano, ocupado en otras cosas.
Es por ello que, tras su cancelación abrupta del contrato, Sean estaba realmente preocupado de cuál sería el futuro con Barrie, así que, con la ayuda de sus amigos que aún estaban en Siria se encargó de vacunar, y completar el papeleo para que la enviaran a su casa.
No fue un trabajo fácil, de hecho le tomaron cerca de 7 meses lograr que pasara el control, las vacunas, la cuarentena y otros trámites de la embajada, hasta que por fin, Barrie llegó al aeropuerto Charles de Gaulles en París, Francia.
Durante el trayecto, Sean tenía mucho miedo, en primera porque no sabría si la reconocería, ya que cuando él conoció a Barrie, era apenas una cachorrita, y ya han pasado siete meses; en segunda estaba muy preocupado de que ella no lo recordara a él, tras una separación tan larga.
Sin embargo, todos sus temores se desvanecieron en cuanto la vio de nuevo. Sean describe ese día como el mejor día de su vida, estar reunido con su perra y estar sanos y salvos, lejos de una zona de guerra le transmite un sentimiento de tranquilidad indescriptible.
Ahora, en el Reino Unido, Sean, de 30 años maneja un gimnasio y ahora con Barrie tendrá una razón para sentirse feliz toda su vida.