El secuestro es uno de los crímenes más nefastos que existen, ya que privar de su libertad a otro ser humano es un acto malvado que causa daño moral a la víctima y a sus seres queridos por igual. Por lo mismo, suele ser castigado con severidad, lo que lleva a los criminales a ser cuidadosos para no ser atrapados. O así suele ser.
A estos pillos no les llegó el memo de que “negocios y placer no se mezclan”, pues mientras esperaban que les pagaran el rescate de un secuestro, fumaron mariguana hasta dormirse, algo que sus víctimas aprovecharon para huir y denunciarlos a las autoridades. Al despertar, los bellos durmientes se encontraron con las fuerzas del orden para darles los buenos días, enfrentando de 29 a 46 años de prisión.
Gancho: una chambita
El pasado 14 de agosto de 2022, un ingeniero oriundo del municipio de Pereira, Risaralda, en Colombia, fue contactado por un tal “Carlos Alberto Marín”, quien quería hablar de negocios y requería que se presentara en el puerto de Buenaventura, a unos 300 km por carretera.
Para el 18 de agosto, tanto el ingeniero como un colega suyo llegaron al puerto indicado, con la intención de encargarse de la chamba. Ahí se encontraron con el tal Carlos Alberto, quien los subió en una lancha para ir a Punta Canoa, “la isla donde se haría el trabajo”. Sin embargo, en el trayecto, un grupo de cuatro rufianes armados los abordó, amagó y les quitó sus celulares, laptop y billeteras. Habían picado el anzuelo y los pescaron.
Exigiendo el rescate
Luego de atar y asegurar a sus presas, los secuestradores utilizaron uno de los teléfonos de las víctimas para comunicarse con sus familias y exigir la entrega de unos 4600 dólares por la liberación de los secuestrados. Para presionar, enviaron una fotografía del ingeniero y su colega, atados y encañonados por los malandrines.
La familia, espantada, aseguró que entregaría el dinero que se les demandaba el mismo 19 de agosto. El siguiente paso en el secuestro fue llevar a los cautivos a una propiedad abandonada en el barrio Sanyú, donde tres de sus captores permanecieron para vigilarlos hasta el momento de la entrega del rescate.
No canten victoria aún
Ya todo arreglado, con el rescate prácticamente en el bolsillo y sus cautivos “a buen recaudo”, lo único que les quedaba por hacer a los malandros era celebrar y así lo hicieron, fumándose toda la mariguana que tenían a mano, por lo que quedaron noqueados completamente.
Las víctimas relatan que esa fue su oportunidad para escapar. Debido a que no tenían que preocuparse por sus “vigilantes”, lograron deshacerse de sus ataduras, para posteriormente saltar al agua. Los hombres llegaron nadando hasta el malecón, donde una patrulla de la Armada Nacional se encontraba de servicio y los rescató.
La denuncia
Ya seguros y resguardados por las fuerzas del orden, las víctimas pudieron señalar la ubicación del domicilio donde los habían tenido cautivos hasta poco antes de su escape auxiliado por estupefacientes.
Cuando la GAULA (unidad de élite de la fuerza pública colombiana) y las fuerzas policiales convencionales llegaron al domicilio donde habían estado prisioneros los dos hombres, lograron capturar a cuatro de los involucrados en su secuestro.
Crimen y castigo
A los cuatro criminales que pudieron capturar se les levantaron cargos de secuestro extorsivo, que se castiga con penas de entre 28 y 40 años de prisión, así como una multa de entre 1 136 906 dólares y 11 369 060 dólares. Además, su condena se vio agravada por hurto calificado, que se castiga con hasta seis años de cárcel.
A pesar de que el cargo menor (el de robo con violencia) podría tener un castigo tan leve como un año de cárcel, si el valor de lo robado no supera los 2008 dólares, las penas combinadas se acercan a los 30 años, lo que es un castigo “nada despreciable” para un acto tan despreciable como este.
Buenaventura: pésimo lugar
Los ingenieros corrieron con suerte. Buenaventura se ha convertido, en palabras de residentes y de las comunidades vecinas, en un nido de criminales, secuestradores y extorsionadores. La infernal ciudad es conocida como “la de las casas de pique”, donde los criminales descuartizan vivas a su víctimas y arrojan sus pedazos al agua.
Por ello no extraña que las familias de los ingenieros estuvieran prestas a pagar y que la policía estuviera perfectamente preparada para responder a esta situación. Desde hace años, el índice de secuestros en Buenaventura ha sido increíblemente alto (se presentan más que el doble de secuestros que en cualquier otro municipio de Colombia) y se cree que la realidad es mucho peor, pues muchos crímenes no son reportados por temor a represalias.