El cinismo y la megalomanía son dos rasgos de algunos de los criminales más peligrosos, como el empresario Robert Durst, quien durante 40 años logró eludir la justicia. Sospechoso del asesinato de su primera esposa, de su mejor amiga y de uno de sus vecinos, Durst pasó muchos años de su vida yendo y viniendo de las cortes americanas. Pero al fin fue condenado a cadena perpetua.
Durst es hijo de uno de los empresarios más ricos de principios del siglo XX, Seymour Durst, hijo de polacos que hicieron su fortuna en América a través de la especulación inmobiliaria. Además, tiene tres hermanos, todos ellos exitosos en sus profesiones: Douglas, Thomas y Wendy, siendo Douglas el actual heredero de la Organización Durst.
Pero Robert resultó ser la sombra de la familia. Estudió Economía y consiguió un doctorado en la Universidad de California (UCLA), pero al cumplir los treinta años, trató de empezar su propio negocio de alimentos saludables llamado All good things (Todas las cosas buenas). Sin embargo, luego de tres años no muy buenos, volvió a trabajar en el negocio familiar.
Durante esa época se relacionó con Kathleen McCormack, la joven auxiliar de dentista que se convertiría en su esposa el 12 de abril de 1973, justamente cuando cumplía 30 años, suceso que significaría el inició de la siniestra historia del Robert Durst que ahora conocemos.
Sin embargo, el matrimonio pronto se mostró defectuoso, por lo que a medida que avanzaba su vida en pareja, las discusiones entre McCormack y Durst se hicieron cada vez más frecuentes e intensas. Durst la maltrataba física y psicológicamente, incluso llegó a manipular las cuentas de banco de su esposa para mantenerla bajo su control, hasta que McCormack desapareció sin dejar rastro el 31 de enero de 1982, luego de salir de una cena con amigas en el estado de Vermont.
Aunque todo apuntaba a que Durst era el asesino, las autoridades nunca pudieron comprobar nada y el crimen quedó sin respuesta definitiva desde entonces. Sin embargo, Robert fue separado de los negocios familiares por la gravedad de las acusaciones que caían sobre él. Así, Robert Durst duró varios años fuera de la luz pública, pero en el año 2000, su nombre volvió a los medios cuando se le acusó de haber asesinado a su mejor amiga Susan Berman.
Susan Berman era una periodista que se había convertido en la confidente de Durst durante sus años de estudio en la UCLA en los años 60. La escritora de misterio también había conocido a McCormack y cuando se vio en problemas financieros, supuestamente, habría amenazado a Durst con revelar la verdad, por lo que se sospecha que fue asesinada por este para mantener el crimen sepultado. Y tan solo un año después, Durst asesinó a su vecino Morris Black en Galveston, Texas, a quien desmembró y arrojó al río, pero según sus abogados, todo se trató de un acto en defensa propia, pues Black lo amenazaba con un arma.
Así pasó seis años en prisión por haber mentido en el tribunal y haber modificado la escena del crimen. Cuando quedó libre se ocultó de todos, vistiendo incluso como mujer, usando máscaras y maquillaje para no ser reconocido.
Pero en 2010, tras la aparición de Crimen en familia, una película basada en su vida y protagonizada por Ryan Gosling, Durst accedió a ser entrevistado por el cineasta Andrew Jarecki y esto derivó en el documental The Jinx: La vida y la muerte de Robert Durst, cinta que terminaría por ser la prueba faltante para condenar al magnate.
Fue increíble que al final de la serie, se presentara una grabación de Robert Durst en la que, pensando que el micrófono se encontraba apagado, musitaba que él los había matado a todos: “¿Qué demonios he hecho? Matarlos a todos, por supuesto”. Este audio llevó a que el caso de Durst se reabriera y a que fuera detenido. Por esto, al día de hoy, 40 años después del asesinato de su esposa, Durst ha sido condenado a cadena perpetua en un tribunal de Los Ángeles por el homicidio de Susan Berman, a quien mató de un tiro por la espalda en su departamento de Beverly Hills. Pero esto no ha acabado todavía, pues aún quedan dos asesinatos por esclarecer.