Tal vez no en todo el mundo, pero en algunas partes de América Latina, la independización es un tema bastante complicado. Me refiero a que los latinos tendemos a separarnos de nuestra familia ya entrados en nuestra edad adulta, ya sea porque nos casamos, o porque estamos decididos a iniciar una vida a parte de la de nuestros padres.
Pero en otras partes del mundo, como en Estados Unidos, la independización se da antes, aproximadamente a los 20 años, por lo que tener 30 años y seguir viviendo en casa de tus progenitores es… pues… penoso.
Es por ello que los padres de Michael Rotondo, un millenial que justamente tiene tres décadas de vida, iniciaron un jucio en su contra para que, finalmente, dejara de vivir con ellos.
Un juez del estado de Nueva York les concedió la razón, bajo los válidos argumentos de Mark y Christina Rotondo, padres del acusado, pues aseguran que su perezoso engendro no les ayudaba con el alquiler, ni con las tareas domésticas, pues se encontraba muy ocupado intentando obtener la custodia de su hijo, un niño al que ni siquiera mantiene, pues no tiene con qué.
Viendo que su hijo no tomaba ninguna iniciativa y no tenía pensado trabajar, los padres decidieron entonces tomar cartas en el asunto: primero dejaron de servirle comida; luego cortaron el servicio de celular que le pagaban, y, por último, le prohibieron lavar su ropa en el hogar.
Los molestos padres de familia ya le habían dado varios ultimatums a Michael, entre ellas, 5 cartas avisando del desalojo, pero él se negaba a irse.
“Hemos decidido que debes abandonar esta casa de inmediato”, se lee en la primera misiva, del 2 de febrero, según el expediente judicial.
Como Michael ignoró este primer aviso, sus padres tuvieron que recurrir a la ley, así que contrataron un abogado, quien fue el que hizo llegar las siguientes notificaciones, advirtiéndole que, de no abandonar su hogar antes del 15 de marzo del 2018, lo iban a llevar a juicio… y pues, lo demandaron.
Incluso la pareja le dio 1,100 dólares para ayudarlo con los gastos de mudanza, lo aconsejaron para que consiquiera un trabajo, pero el hijo no tenía ninguna intención de irse.
Finalmente, en el mes de abril, el matrimonio acudió a la corte municipal local para desalojar de una vez por todas a su parásito y en un principio se les desalentó, ya que Michael es familiar, por lo que un juez de una Corte Suprema es el que le debería ordenar el desalojo.
Eso no les importó a los Rotondo, y en su desesperación presentaron el caso ante el juez Donald Greenwood, ante el cual Michael se defendió argumentando que no se le había notificado que se fuera de la casa con anticipación, por lo que necesitaba un plazo de mínimo seis meses.
¡No, señor! Esa fue la peor respuesta que le pudo haber dado al juez, tomando en cuenta que había revisado el caso con detenimiento, y calificó su defensa como “indignante”.
El hombrecillo todavía se atrevió a decir: “No veo por qué no pueden simplemente esperar un poco a que deje la casa, seis meses es un tiempo razonable para alguien que ha estado dependiendo de otras personas”. ¡Vaya basura de hijo!
Además, reconoció que los 1,100 dólares que recibió de sus padres los había gastado y que, efectivamente, no les ayudaba con las tareas domésticas.
Finalmente, el juez Greenwood ordenó al abogado de los padres que redacte una orden de desalojo, aunque Michael confesó a los medios que apelaría contra la decisión del magistrado.
Contó, además, que la relación con sus padres se ha ido deteriorando, y aseguró tener un trabajo, pero jamás especificó de qué.