A la edad de 10 años, Deryn Blackwell fue diagnosticado con leucemia; y un año más tarde, en el 2011, se le fue diagnosticado otro tipo de cáncer: un rarísimo tipo de sarcoma (que se han presentado en sólo 5 personas en el mundo, el pequeño Deryn es una de ellas) lo había atacado.
Los dolores eran horribles, las puntas de sus dedos eran duras y negras por la infección, sus uñas se caían y dejaban sus dedos en carne viva. Los padres de Deryn recuerdan con tristeza a su pequeño hijo decir: “por favor, diles que me corten la mano, mamá. Ya no puedo más con esto”.
El hecho de presentar ambos tipos de cáncer de manera simultánea era algo único y difícil; además era doloroso para él y para la gente cercana.
Comenzó un tratamiento que, en lugar de ayudarlo, lo hacía sentirse nauseabundo, así que se convirtió en adicto a los fuertes medicamentos. Le permitían tomar una dosis cada siete u ocho horas, pero a tan sólo un par de horas de recibir dosis, el chico se ponía ansioso y llamaba a las enfermeras para que le dieran más. La situación era horrible.
Además, la situación de Deryn se ponía cada vez peor. Los doctores dijeron que si no había ninguna mejora en los siguientes días sería puesto a cuidados paliativos.
Fue entonces que, dentro de la desesperación, Callie y Simon, los padres de Deryn, decidieron buscar ayuda en la medicina alternativa. Probaron de todo, hasta que descubrieron los analgésicos de cannabis. Ellos ya habían escuchado sobre el Bedrocan, pero no estaba disponible en Reino Unido. Los doctores les decían que podría ser de ayuda, pero aún no se probaba en niños, por lo que no podían prescribirlo.
Así que los padres decidieron tomar cartas en el asunto y encontrar el cannabis por su propia cuenta. Callie escribió en su libro The Boy In 7 Billion:
“Tomamos una decisión que asustaría a cualquier padre que leyera esto -a mi también me asustó-. Después de todo, nunca había visto que algo bueno resultara de la cannabis; y mis días trabajando en clubes nocturnos, con drogas ilegales, esos recuerdos eran mis enemigos.
Pero si podía ayudar a mi querido hijo a escapar de su tormento, estaba dispuesta a intentarlo”.
Simon quedó de ver a alguien que le surtiría en una gasolinera. A continuación, compró una olla de arroz y glicerina vegetal, e hizo la “tintura” adecuada para una pluma de vaporización.
Callie no podía creer lo que sus ojos veían. Después de 10 minutos Deryn le dijo que los dolores eran cada vez menos fuertes, y se sentía relajando. Las palabras que por tanto tiempo estuvo esperando.
Sin embargo, los dolores regresaron y en el 2013 fue internado en un hospicio donde comenzó a planear su propio funeral. Callie recuerda:
“Durante los siguientes días, mi prioridad era dejarlo ir mientras tuviera sus facultades intactas. Así que cuando Deryn sentía una punzada en alguna parte, le ponía otro 5ml de tintura debajo de su lengua y, en pocos minutos, se sentía bien otra vez”.
Sorprendentemente y como acto de magia, el chico comenzó a recuperar fuerzas de nuevo. Su sistema inmunológico comenzó a responder, y sus heridas comenzaron a sanar, El doctor les informó que no estaba seguro de la razón, pero Deryn ya no estaba mueriendo.
Cuando llegaron al lugar, a Deryn no le daban más de tres día de vida, y ahí estaba: un mes después de la noticia, más saludable que nunca. Nadie se explicaba cómo era esto posible.
Entonces Callie lo recordó. La única cosa que cambió desde que Deryn empezó su recuperación fueron las dosis de tintura de cannabis, pero esto era algo que no le podía revelar a los doctores.
“Estaba segura de que las autoridades no lo entenderían, ni lo verían de la misma forma que nosotros pero, existía la minúscula posibilidad de que la tintura de cannabis fuera lo que le dio el alivio a mi querido niño, y no iba a arriesgarme a dejar de dárselo”.
“Existía esta correlación directa entre la tintura y la mejora de las células regeneradas. Cuando dejabamos de darle la tintura, su conteo caía. Era evidente que el cannabis jugó un rol vital en su recuperación. Ni en mis sueños más locos pude haber imaginado que sería lo que le salvaría la vida a Deryn”.
Y ahora el chico es una persona distinta, cada día que pasa, la posibilidad de que el cáncer vuelva es mínima.
La historia de Deryn Blackwell y su familia puede ser leída en el libro The Boy In 7 Billion, que fue escrito por Callie Blackwell.