Cuando se tiene la oportunidad de disfrutar de algunas cosas de la vida, como el ir a cenar unos deliciosos tacos, aunque parezca algo muy simple, debemos pensar en que hay personas que ni siquiera eso pueden hacer.
Adalid es un pequeño que vive en Michoacán, México, y tiene esto muy claro. Cuando llegó con su mamá a una taquería, vio a un anciano que vende dulces para ganarse la vida y decidió invitarlo a cenar.
Al verlo sentado con su canasta de dulces, que había estado ofreciendo en el local, Adalid pensó que seguramente se encontraba cansado de andar caminando tratando de vender sus productos para tener dinero y así comprar algo de comida, por lo que supuso que también tenía hambre.
Sabemos que los niños no la piensan tanto cuando es momento de actuar, así que se acercó al hombre y le dio los poco más de 2 dólares que había ganado en un juego popular en México, que es conocido como “lotería”, que no es el mismo donde compras un billete y participas en un sorteo.
El vendedor insistía en darle algunos dulces a cambio, pero Adalid no lo permitió, e incluso regresó a la mesa y revisó para darse cuenta que todavía tenía 1.50 dólares más y también se los dio.
De nuevo volvió a la mesa con su mamá, pero ella lo notaba todavía ansioso, hasta que Adalid le dijo que si podían invitarle unos tacos y un refresco al vendedor de dulces, a lo que ella accedió.
Fue hasta la mesa de su nuevo amigo y le preguntó qué quería cenar; se lo pidió al mesero y cuando el plato con los humeantes tacos llegaron hasta el anciano, el pequeñito se puso a llorar de emoción, mientras le decía a su mamá: “Es que mira, mamá, está cenando tan a gusto”. Esto es para conmover a cualquiera.
A través de su cuenta de Facebook, Karen, la orgullosa progenitora, compartió esta historia.
Y no solo Karen obtuvo su respuesta, sino que esto sirve como ejemplo para todos, ya que si nos fijáramos más en las necesidades de los demás y hacemos algo por ayudar, no cabe duda que viviríamos en un mundo mucho mejor que este.
La satisfacción de hacer algo por una persona que ni siquiera conocemos es conmovedora y ojalá que en algún momento todos lloremos de alegría por ver que nuestras buenas obras tienen un resultado positivo en la vida de otros…
¡Un aplauso de pie para Adalid!