Imagina vivir en la selva donde no hay internet, supermercados, videojuegos ni ninguna otra comodidad a la que muchos estamos acostumbrados y tener que cazar tu propia comida, así como sobrevivir a los peligros que un ambiente salvaje ofrece día y noche. De esta manera vivió Ho Van Lang, el “Tarzán de la vida real”, quién después de luchar contra el cáncer, murió a sus 52 años.
La historia de Ho Van Lang comienza en 1972 cuando él, su padre y su hermano Tri huyeron de la civilización después de que una bomba estadounidense cayera en su pequeña comunidad en Vietnam. El impacto mató a su madre y a dos de sus hermanos. Después de este triste suceso, ellos se refugiaron en la selva para evitar las atrocidades de la guerra, pero no regresaron a la civilización.
Pasaron más de 40 años hasta que convencidos realmente de que la guerra había acabado, salieron de la selva para reintegrarse a la sociedad. Al principio fue difícil, pues tanto tiempo aislados había deteriorado sus capacidades de lenguaje. Su padre hablaba un poco de la lengua minoritaria Cor, mientras que Ho Van apenas y conocía algunas palabras.
Sus primeras exposiciones a la sociedad fueron complicadas, pues se estaban exponiendo a nuevos virus y bacterias que su organismo no conocía, pero después de un tiempo se pudieron adaptar, tanto a la vida social como a la nueva dieta que tenían. Pero es posible que el cambio drástico de estilo de vida haya afectado directamente la salud de Ho Van Lang, ya que comenzó a ingerir comida procesada y, ocasionalmente, alcohol.
La edad sucumbió con la vida del padre de Ho Van, lo que lo hizo sentirse realmente solo, pues había sido la persona con la que había convivido por más de 40 años. Después de ello, Ho Van desarrolló cáncer de hígado, que lo llevó poco a poco a finalizar sus días.
Uno de sus amigos, Álvaro Cerezo, un periodista que junto a Docastaway documentó un poco de la vida de Ho Van, sintió su pérdida. Convivieron juntos en la selva y aprendió de él las distintas formas de sobrevivir en un ambiente alejado de la civilización y este le demostró por qué era conocido como “El verdadero Tarzán”.
Era la persona más fascinante que conocí y extremadamente dulce al mismo tiempo. Cuando sobrevivimos juntos en la jungla, todo lo que me tomaría horas lograrlo, lo pudo hacer en segundos. Era un niño pequeño con las habilidades de un sobrehumano.
-Álvaro Cerezo