Regla #134 de un buen asesino: si vas a matar a alguien, asegúrate de que no haya ningún testigo en la escena y deshazte de todo, incluso del perico.
A Glenna Duram, de 49 años, se le olvidó este principio básico, pues fue condenada por asesinar a su esposo tras las declaraciones de Bud, el perico de la familia que no paraba de repetir las últimas palabras de su dueño, Martin Duram.
Este asesinato tuvo lugar en el 2015, en Michigan, Estados Unidos. Tras la muerte de Martin, la corte escuchó que Bud repetía constantemente “¡no dispares!”, que se presume fueron las últimas palabras del señor Duram.
Esta evidencia se conoció gracias a Christina Keller, exesposa de Duram, que tomó custodia del perico tras el crimen. El es Bud, el testigo que resolvió el crimen:
Gracias a esta información, Glenna fue encontrada culpable de asesinato en primer grado y será sentenciada a finales del mes, se espera una condena de por vida.
Mientras tanto, los familiares de Martin respaldan la teoría de la exesposa, la señora Keller:
Personalmente creemos que Bud estaba ahí, que lo recuerda y que intentaba decirlo. Ese pájaro lo entiende todo. Tiene la boca más sucia de la ciudad.
La espera para la resolución de este caso fue de dos años, y aunque ya todos lo dan como cerrado, Mark Miller, el abogado de la presunta culpable, dice que su cliente está considerando apelar al veredicto, porque, después de todo, no puedes tomar las declaraciones de un pájaro como ciertas.
… ¿O sí?