El que una especie desaparezca del planeta es lamentable, sobre todo cuando el responsable es el ser humano, ya sea por la cacería, la contaminación o por destruir su hábitat.
Cuando tenemos noticias de que algún animalito se ha salvado y seguirá acompañándonos un tiempo más, es motivo para llenarnos de alegría, así que nos unimos a la celebración del lobo mexicano, que dejó la categoría de “probablemente extinto en vida silvestre”, a estar “en peligro de extinción”.
El lobo mexicano (Canis lupus baileyi) es una de las subespecies de lobo gris que se pueden encontrar en Norteamérica, y de las que existen, es la más pequeña, con una altura máxima de 80 cms., y un peso que va de los 27 a los 45 kilos.
Es más parecido a un perro de tamaño mediano, y como dato curioso, por lo regular nacen de noche, luego de un periodo de gestación de 65 días, en promedio, y son completamente ciegos y sordos. Durante sus primeras dos semanas de vida permanecen en la madriguera, bajo el cuidado de su madre, y con el padre a unos metros de la entrada para cuidar a su familia.
Aproximadamente a los 15 días abren los ojos y pueden caminar, aunque lo hacen solo dentro de la madriguera. A las 4 semanas ya tienen completa su dentadura, así que empiezan a probar pequeños trozos de carne.
Su hábitat era desde el desierto de Sonora, Chihuahua y algunas zonas del Centro de México, así como el oeste de Texas, el sur de Nuevo México y el centro de Arizona, pero desde 1970 había desaparecido en Estados Unidos, así que Roy T. McBride viajó a México para tratar de salvar a la especie.
Para 1995 ya tenían 100 lobos en cautiverio, que por lo regular eran llevados a Estados Unidos para buscar la reproducción, aunque en México también se ha hecho un enorme esfuerzo para poder reinsertarlos a la vida silvestre. En 2011 se dio la primera liberación en Sonora, aunque poco a poco los lobos se desplazaron hacia Chihuahua, por lo que las siguientes liberaciones se hicieron en ese estado.
La Reserva de la Biósfera Janos y las Áreas de Protección de Flora y Fauna Campo Verde, Tutuaca y Papigochic se convirtieron en los principales santuarios para el resurgimiento del lobo mexicano.
En 2013 se liberó la primera pareja con posibilidades de reproducción en la vida silvestre, y afortunadamente se tuvo éxito, ya que en la primavera de 2014 nació la primera camada, luego de 30 años de que esto no sucedía fuera del cautiverio.
El trabajo entre ambos países fue fundamental, sobre todo para el diseño de la reserva, que cuenta con medio millón de hectáreas que van desde los matorrales y pastizales, hasta partes altas de montaña, para que el lobo se pueda desarrollar adecuadamente y así lograr que deje de considerarse como desaparecido en su hábitat.
En este lugar no solo se protege a esta especie, sino a otras, como el bisonte, el berrendo y el borrego cimarrón, con lo que se ha logrado tener prácticamente a las mismas especies que habitaban esa zona en los inicios del siglo XX, lo que es maravilloso.