Tutankamón tuvo una vida muy breve, pero importante; tanto, que todavía hoy en día seguimos hablando de él. Murió a los 17 años, luego de haberse convertido en faraón del imperio egipcio a los 8 o 9 años, y entre sus logros en su corto imperio, restauró los templos de Amón, que fueron dañados durante los tiempos en que Akenatón, su padre, era el faraón egipcio.
Su muerte sigue rodeada de misterio, y no se sabe si fue asesinado o murió luego de sufrir una herida mientras estaba cazando.
En 1922, el arqueólogo británico Howard Carter encontró su tumba, prácticamente intacta desde el año 1327 a. C.
En dicha tumba se encontraba la momia del faraón adolescente y además, toda una serie de objetos, entre ellos, una daga de hierro con mango y funda de oro… y otro material… que se ha encontrado, señalan investigadores, en algunos meteoritos…
Esta daga siempre ha representado una misterio, ya que la herrería no era algo tan común en el antiguo Egipto y además, en tres milenios, no se ha oxidado.
Un grupo de investigadores italianos y egipcios, liderados por Daniela Comelli, del Departamento de Física del Politécnico de Milán, se han puesto a estudiar este artefacto a través de un espectrómetro de fluorescencia de rayos X, con el cual es posible identificar la composición química de los objetos.
Lo que han encontrado los expertos, es que, como ya dijimos, en esta daga hay oro, hierro, pero, sorprendentemente, un alto contenido de níquel y también cobalto, lo que, para los investigadores, “sugiere fuertemente un origen extraterrestre”.
Los resultados de esta investigación fueron publicados en la revista Meteoritics & Planetary Science, donde explican que luego de comparar esta composición con la de los meteoritos encontrados en 2 mil kilómetros a la redonda del Mar Rojo en Egipto, descubrieron que es idéntica a la de uno de los meteoritos.
Esto indica una situación fundamental: la daga fue hecha con uno de los materiales más antiguos en nuestro sistema solar, un meteorito de hierro. El que coincide con la daga fue denominado Kharga, y cayó a 240 kilómetros de Alejandría, en la ciudad de Mersa Matruh.
Al respecto, los investigadores comentaron:
“Como los dos únicos artefactos de hierro valiosos del antiguo Egipto encontrados hasta ahora y analizados con precisión son de origen meteorítico, sugerimos que los antiguos egipcios le atribuyeron gran valor al hierro meteorítico para la producción de objetos decorativos o ceremoniales”.
“Eran conscientes ya en el siglo XIII a. C. de que estos trozos raros de hierro caían del cielo, anticipándose a la cultura occidental por más de dos milenios”.
La ciencia no solo sirve para inventar cosas, sino que, como en este caso, sirve para mostrarnos trozos muy importantes de la historia.