Después de celebrar su 200 aniversario, uno de los museos más grandes de América Latina sufrió una incalculable pérdida de piezas que fueron devoradas por el fuego.
El domingo 02 de septiembre las actividades del Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, transcurrieron con normalidad; pero, después de que el público había desalojado las salas de la exhibición, a las 19:30 horas comenzó un voraz incendio que consumió por completo el edificio.
Los bomberos acudieron para sofocar la catástrofe, pero sus esfuerzos fueron en vano. Además de la falta de hidrantes en la zona, el fuego se extendió con rapidez gracias a los pisos de madera que cubrían muchas de las salas del museo y también porque había muchas piezas que estaban resgauradas en frascos de alcohol que estallaron y esparcieron las llamas.
El recinto contenía una enorme colección de piezas históricas y antropológicas de gran valor. Entre lo más destacado se encontraba: el esqueleto de Luzia (un fósil de mujer de hace 12,000 años, el más antiguo que se ha encontrado en el continente), el meteorito Bendegó (el mayor encontrado en el país) y más de 100,000 objetos provenientes de diferentes civilizaciones desde el Paleolítico.
Las autoridades del Museo Nacional afirman que todavía es pronto para calcular las pérdidas reales del museo, pues solo el 1 por ciento de su colección total de 20 millones de piezas se encontraba en exhibición. Aún se desconocen las causas del incendio.
Este recinto de cultura fue fundado por el rey de Portugal, Juan VI, en 1818 y desde 1946 estaba asociado a la Universidad Federal de Río de Janeiro. Pero el Museo no recibió el mantenimiento necesario desde por lo menos el 2014. Algunas de sus paredes estaban agrietadas y descaradas, dejando al descubierto muchas conexiones eléctricas.
De acuerdo al Subdirector del Museo, Luis Fernandio Dias Duarte, el recinto no recibía íntegramente su presupuesto de 128,000 dólares anuales para la conservación del edificio. Ya se había negociado un apoyo económico por parte de del Banco público de Fomento para ayudar al Museo, pero el fuego llegó antes que ese apoyo.
Los promotores de la cultura, la ciencia y la educación en Brasil se lamentan de esta catástrofe; dicen que es una gran perdida y que debe ser una señal de alarma para que las autoridades de todo el mundo presten la atención necesaria a la conservación de su patrimonio.
El presidente del Consejo Municipal del Patrimonio Cultural de Río de Janeiro expresó con pesar:
Que las generaciones futuras nos perdonen. Somos la gran nación desmemoriada, vagando por el cosmos sin saber lo que fuimos, lo que podemos, o soñamos. Ahora son cenizas aquello que debería inspirar a los jóvenes a guiar la nación.