Norman Ohler, autor de Blitzed: Drugs in Nazi Germany, asegura luego de una larga investigación, que el Tercer Reich era adicto a las drogas. El novelista cuenta en su libro que los nazis usaban cantidades industriales de distintas drogas, sobre todo Hitler.
El autor, que hurgó en los archivos militares sobre todo, afirma en su best seller, que luego de numerosas entrevistas y la revisión minuciosa de muchos documentos estudiados previamente, encontró nuevos detalles sobre cómo los soldados de las fuerzas armadas de defensa recibían suplementos continuos de metanfetamina.
Millones de dosis, en píldoras, fueron engullidas en las distinta batallas a lo largo de la guerra, como parte de los suplementos oficiales fabricados por una empresa gubernamental para combatir la fatiga.
Esta estrategia farmacológica funcionó por un tiempo, fue crucial para la invasión relámpago y la derrota de Francia, pero luego, dejó de funcionar. Sobre todo cuando los nazis se enfrentaron a la Unión Soviética.
El retrato más vívido de abuso es el de Hitler, quien por años se inyectó regularmente potentes opiáceos, como Eukodal, una marca de oxicodona, alguna vez descrita por el escritor y experto en heroína, William S. Burroughs, como “realmente horrible”.
Por algunos meses de euforia, Hitler también se administró cocaína de alto grado, un combo de sedantes y estimulantes que Ohler llama “speedball clásico”.
“Hay muchas historias de líderes del partido que se quejaban, y Hitler solamente dijo: ‘vamos a ganar, estas derrotas nos hacen más fuertes’. A lo que los líderes replicaban: ‘él sabe algo que nosotros no. Probablemente tiene un arma secreta’. Él no tenía ninguna arma secreta. Tenía una droga milagrosa, para hacer creer a todos que tenía un arma milagrosa”.
En su investigación, Ohler encontró pocas fuentes; sin embargo, buscó a un académico, quien le proveyó de valiosas pistas para buscar en archivos militares. Inicialmente, los hallazgos los pensó en utilizar para una cuarta novela, pero su publicista le dijo que la historia era muy extraña para funcionar como ficción, y le aconsejó contar las cosas directamente.
La historia puede ser una disciplina muy difícil para los neófitos, pero algunos profesionales hicieron búsquedas exhaustivas e hicieron notas al libro. El renombrado biógrafo de Hitler, Ian Kershaw, llamó al libro una “pieza seria de estudio”.
La parte del consumo de narcóticos sorprendió a muchos, incluidos los que han pasado décadas investigando esa era.
El libro narra el éxito de los fármacos alemanes en el siglo XIX, con algunos de los más impresionantes inventores, como es el caso de la aspirina o la infame heroína. Una de esas drogas es la metanfetamina, que fue comercializada inicialmente en toda Alemania, como un medicamento contra el dolor de espalda, depresión e incluso fiebre.
Las píldoras llamaron la atención de un médico militar en Berlín, quien vio como una buena idea alimentar con millones de esas píldoras a las tropas. Soldados que corrían incansablemente, con un desempeño increíble, dejaron a Winston Churchill boquiabierto, como se lee en sus memorias. Un general alemán relató posteriormente que sus hombres llegaron a estar despiertos por 17 días continuos.
“Creo que es una exageración, pero la metanfetamina fue crucial para esa campaña”, dijo Ohler.
Otro de los focos del libro es el médico de Hitler, Theodor Morell, quien se ganó la confianza del Führer luego de tratarlo de un dolor estomacal que lo había afligido por años. El oportunista, respondió a las demandas incesantes del “Paciente A”, como llama a Hitler en sus notas, con un régimen creciente de vitaminas inyectadas, hormonas y esteroides. En el verano de 1943 empezó a recetarle generosas cantidades de cócteles que incluían opiáceos.
Para 1944, el doctor ya tenía problemas para encontrarle las venas. Cuando los aliados bombardearon las fábricas que producían las drogas alemanas, empezó a tener problemas para encontrar opiáceos.
“Los historiadores han tratado de explicar los temblores de Hitler que empezaron en 1945, diciendo que tenía parkinson, pero no hay prueba de ello. Creo que Hitler sufría de síndrome de abstinencia”, dijo Ohler.
Ohler también cree que el consumo de drogas de Hitler prolongó la guerra, gracias a que tenía alucinaciones.