Actualmente sabemos que las aves pueden sentir el campo magnético de la Tierra y que lo utilizan con el fin de orientarse durante sus viajes, que pueden ser muy largos. Sin embargo, mucho antes de que la ciencia nos revelara esto, Albert Einstein ya sospechaba que algo así debía pasar para que millones de animales volares pudieran seguir su camino sin perderse. Esta teoría la confirma una carta suya que recientemente ha sido revelada.
La carta de Einstein era una respuesta a otra que le había enviado Ghyn Davys, un ingeniero en radares de la Marina en el Reino Unido, donde le cuestionaba al genio sobre el mecanismo mediante el que se orientan algunas especies de animales, como las aves. Esto se sabe aunque ya no se se conserva el original de esa misiva, pero sí la que envió el físico para exponer su teoría.
Albert Einstein y Karl von Frisch, etólogo austriaco, se adelantaron varios años en sus teorías que describían la forma en que las aves e, incluso, las abejas pueden orientarse en sus vuelos. Por otra parte, especialistas de la Universidad RMIT de Melbourne, Australia están analizando el documento encontrado, donde hay un acercamiento a ese mecanismo desconocido hasta entonces.
En la carta, Einstein cita a Davys, quien había publicado un artículo en el que decía que las abejas se orientaban por su capacidad de analizar los patrones de polarización de la luz. En nuestros tiempos todavía no se terminan de analizar esos complejos mecanismos, por eso llama la atención que hace 72 años el creador de la teoría de la relatividad ya tuviera idea de lo que sucedía en estas especies.
Es concebible que la investigación del comportamiento de las aves migratorias y de las palomas mensajeras pueda algún día conducir a la comprensión de algún proceso físico que aún no se conoce.
-Albert Einstein en la carta
El genio ya tenía sospechas de que un proceso físico ocurría para permitir que las aves volaran siguiendo una ruta definida, aunque todavía no identificaba que pueden sentir el campo magnético del planeta y eso las orienta. Hay que entender que no se trataba propiamente del campo de estudio de Einstein, si no, seguramente hubiera encontrado una explicación mucho más amplia.