Dos exoficiales de detención y su supervisor han sido acusados de crueldad al descubrir que practicaban en los reclusos a su cargo un castigo demasiado fuerte: los ponían a escuchar la canción Baby Shark una y otra vez.
No, no leyeron mal, estas horribles personas castigaban a los prisioneros con la canción infantil que puso a prueba la paciencia de padres y usuarios de internet en todo el mundo en el 2017. Por fortuna nosotros tenemos la opción de no escuchar la fastidiosa melodía, pero estos carceleros la ponían en repetición para torturar a los presidiarios.
Gregory Cornell Butler Jr., Christian Charles Miles y Christopher Raymond Hendershott habían estado tocando la canción en la prisión del condado de Oklahoma, en Estados Unidos. Ahora estos tres oficiales enfrentarán graves repercusiones por sus insensibles actos.
El fiscal de distrito, David Prater, acusó a los tres hombres el lunes 5 de octubre de delitos menores de crueldad hacia un prisionero y conspiración. Butler y Miles, ambos de 21 años, están acusados de imponer disciplina, mientras que Hendershott, un teniente de 50 años, está acosado de enterarse del maltrato y no hacer nada para detenerlo.
La investigación sobre el incidente encontró que al menos cuatro reclusos fueron sometidos a esta disciplina “inhumana” en una sala de visitas dentro de la cárcel en noviembre y diciembre del año pasado. Las grabaciones de videovigilancia mostraron que algunos reclusos estuvieron en la habitación hasta por dos horas escuchando esta odiosa canción sin parar.
Además, se podía ver cómo los oficiales aseguraban a los reclusos a una pared, con las manos esposadas detrás de ellos, mientras reproducían Baby Shark en bucle a volumen considerablemente alto por largos periodos de tiempo, así lo informaron distintos medios locales.
En una declaración jurada, Miles confirmó que él y Butler “trabajaron sistemáticamente y usaron la cabina como un medio para disciplinar a los reclusos y darles una lección, porque sentían que la acción disciplinaria dentro del Centro de Detención no estaba funcionando para corregir a los internos”.
Butler también confirmó que usó la cabina como un medio de castigo, con la reproducción de la canción “se dice que es una broma entre Miles y Butler”. El investigador agregó que la música puso “un estrés emocional indebido en los reclusos que probablemente ya sufrían de factores estresantes físicos”.
El fiscal Prater dijo que desafortunadamente no podía presentar el comportamiento de los oficiales como delito grave, pues la páctica, aunque un poco ortodoxa, no aparecía en los estatutos de delitos graves que se ajustaran al escenario de los hechos.
Y bueno, es que después de escuchar la canción una y otra vez por más de dos horas sí logra dañarte un poco…