Se trata de una serie de 33 atolones coralinos y una isla volcánica, diseminados a lo largo de 3 mil kilómetros en el Océano Pacífico, al noreste de Australia. Un atolón es una isla coralina en el océano, de forma más o menos circular, que tiene una laguna interna que se comunica con el mar.
Eso es Kiribati, un país que logró su independencia en 1979 y entró a la ONU en 1999. Cuenta con el atolón más grande del mundo, y por su ubicación, es el lugar en lac Tierra que tiene población y alcanza más rápido la vuelta de calendario, así que sus ciudadanos son los primeros en celebrar el año nuevo.
Es considerado uno de los lugares más bellos del mundo, por lo que la visita de turistas de todo el planeta es constante; sin embargo, desde 1989 se anunció que debido al cambio climático, el nivel de los océanos subiría gradualmente, cosa que ha sucedido, y que Kiribati sería el primer lugar en ser devorado por el agua.
Desde hace diez años, Anote Tong, expresidente de este país, ha recorrido el mundo, presentándose en foros, programas de televisión, la sede de la ONU, con presidentes de otros países, en busca de apoyo para conseguir “un país alterno”, que de cabida a los ciudadanos de su patria, en caso de desastre.
Desde 2012 se planteó al parlamento la posibilidad de comprar terrenos en Fiyi, a donde se trasladarían los ciudadanos; de hecho, existe un plan de evacuación hacia esas islas, y también hacia Nueva Zelanda, que es el único país que ha respondido positivamente a la petición de Kiribati de “adoptar” a sus ciudadanos.
El nivel del mar ha aumentado, y la presencia de huracanes y lluvias torrenciales también, en número e intensidad, por lo que las alertas están encendidas y no es en vano.
Matthieu Rytz, fotoperiodista canadiense decidió ir a Kiribati hace cuatro años para realizar un documental sobre la situación en ese lugar y el viaje que emprendió el expresidente en busca de ayuda.
El Arca de Anote se grabó sin experiencia previa de Matthieu en el cine y con recursos limitados; de hecho, el canadiense invirtió todo lo que tenía en este proyecto que pretende revelar lo que sucede, pues no es solo el nivel del océano, sino que hay cuestiones de cultura, política y muchas otras que están en juego en Kiribati.
El gobierno actual ha dado un giro a la política que venía manejando Anton, y ha impulsado un plan de desarrollo a 20 años, basado en el turismo y la pesca, pero, ¿sin país, qué van a ofrecer?
Matthieu relató que hace tiempo estuvo en Kiribati y proyectó su película, pero la policía le quitó su computadora y lo “invitaron” a que tomara el siguiente avión y dejara el país, pues ya no es bienvenido…
Los ciudadanos conviven con el mar, es su lugar y su elemento, y han logrado tener una conexión espiritual con este sitio, pero el peligro es real, y no solo eso: el agua potable escasea y varios pueblos que estaban a la orilla del mar se han tenido que recorrer hacia el interior.
Otro de los problemas que retrata el documental es la pobreza, y es que su población sigue creciendo, con un promedio de 3 hijos por mujer, lo que ha hecho que varios sí decidan migrar. Nueva Zelanda ofrece 75 puestos de trabajo para ciudadanos de Kiribati cada año y el Banco Mundial ha elaborado informes para que sea obligatoria la recepción de estas personas en ese país y en Australia.
Anote señala en el documental:
Estamos tan aislados que siempre pensamos que las tribulaciones del mundo no tenían nada que ver con nosotros, pero aquí estamos, sometidos al fenómeno global del cambio climático.
El hecho de salir de su país, seguramente les salvaría la vida, pero no es probable que su cultura perdure, y ese será otro golpe, como manifestó Anote:
Los que se han ido han perdido la conexión espiritual con Kiribati, porque ya no se consideran a sí mismos indígenas. No podemos resistirnos, estas islas van a desaparecer. Si nos vamos, preservar nuestra cultura y tradiciones no va a ser nada fácil.