Alrededor del mundo hay especies de animales que parecen sacados de una película y que muchas veces desconocemos o creemos que son un invento; pero no, son reales, solo que gracias al hábitat diferente en el que se encuentran desarrollan ciertas características, como el tamaño, el color, la forma, etcétera.
Seguro conoces a las ardillas, esos simpáticos animalitos que andan por el bosque, y si no las has visto en vivo por lo menos las viste en fotografías o tienes una referencia gracias a Alvin y las Ardillas o a Chip y Dale, y aunque son personajes fantásticos probablemente nunca has visto una ardilla como esta:
No, nadie la pintó ni es Photoshop ni se escapó de un laboratorio donde era parte de un experimento: esos son sus colores naturales. Se trata de la ardilla malabar, conocida también como ardilla gigante de la India, que tiene este colorido aspecto.
Además, se diferencia de las que hemos visto comúnmente por su tamaño, ya que los machos pueden llegar a medir más de un metro, con un peso superior a los dos kilos, lo que las hace lucir todavía más espectaculares. La cola enorme que tienen es lo que las hace más grandes y también más elegantes.
Los colores en su pelaje le sirven para camuflarse entre la vegetación y así protegerse de sus depredadores, que son aves de presa y leopardos, capaces de trepar a las ramas de los árboles, donde estas ardillas se la pasan brincando de una a otra buscando alimentos, como frutos, semillas, flores y corteza de los árboles, o algún insecto; incluso, si encuentran un nido se comerán los huevos.
Aunque no está en la terrible lista de animales en peligro de extinción, su población ha disminuido en los últimos años y adivina por qué: el hombre ha ido terminando con su hábitat y además algunos la cazan por su pelaje. En ciertas zonas ya desaparecieron. Qué sorpresa.
Ojalá que se les proteja antes de que la situación sea crítica pues sería una pena que desaparezca una especie tan bella como esta, o como cualquiera, ya que tienen todo el derecho a vivir en el planeta así como nosotros que, al ser supuestamente los más inteligentes de todos, deberíamos tener la obligación de protegerlas, no de exterminarlas.