Durante la pandemia de coronavirus una familia decidió pasar la cuarentena en la casa de la abuela recientemente fallecida, en la comuna francesa de Vendôme. Mientras jugaban en la casa, los nietos de 10 y 12 años de edad descubrieron unos lingotes de oro entre unas sábanas, que era donde la abuela los guardó durante muchos años.
Cuando los niños informaron a sus padres de su hallazgo, estos pensaron que se trataba de algunos utensilios metálicos, pero no creían que se tratara de lingotes de oro, sobre todo porque la abuela nunca los había mencionado. Después de analizarlos bien, se dieron cuenta de que eran el tan preciado metal dorado.
Según se supo, gracias también a que los dos lingotes de un kilogramo de peso cada uno tienen el registro, el año de acuñación, los fundidores, la garantía y las tasas que impone el Estado, datos grabados en ambos, la mujer los adquirió en 1967 con el objeto de guardarlos hasta que tuvieran un precio elevado y entonces venderlos, pero la muerte llegó y los dejó guardados.
La familia decidió subastar estas piezas, y el subastador Philippe Rouillac informó que se trata de un par de lingotes de oro fino y macizo, que pudiera alcanzar un precio de unos 110,000 dólares, ya que el precio del oro es muy cambiante y de un mes al otro su valor puede variar en varios miles de dólares.
No se lo imaginaban, pero de alguna manera la abuelita les dejó una herencia con sus lingotes de oro, aunque tal vez no era su deseo que su familia los tuviera; de lo contrario, les hubiera comentado desde antes de su existencia, pero ni modo, como dice el dicho: “Nadie sabe para quién trabaja”.