Hace diez años, un grupo de paleontólogos encontró una piedra con fósiles de dinosaurio; pero no solo se trataba de esos huesos que todos conocemos y hemos visto en los museos, sino que contenía tejido, piel, algunos vasos capilares y según se ha confirmado, son pertenecientes al cerebro de uno de estos gigantes.
La Sociedad Geológica de Londres publicó un artículo en el que da a conocer este importante hallazgo, tras muchos años de estudios e investigaciones. Este fósil fue encontrado cerca de Sussex, en Inglaterra, y al parecer pertenece a un miembro de la especie Iguanodon.
Estos restos corresponden a uno de estos dinosaurios herbívoros, el cual, se estima que vivió ¡hace 133 millones de años!, a inicios del periodo Cretáceo, que es la parte final de la era Mesozoica, es decir, hace muchos pero muchos años, por ello, la importancia de este hallazgo.
Esta es la primera vez que se puede estudiar el tejido cerebral fosilizado de un dinosaurio. Aunque el tejido biológico original en sí ya no existe, sus estructuras conservan un detalle casi inmaculado, pues ha permanecido increíblemente bien preservado, por lo que los investigadores se han referido a estos hallazgos como “fantasmas mineralizados”.
https://www.youtube.com/watch?v=yaLIiYq0wVs
También se ha dado a conocer que los restos fosilizados de “hebras” de los vasos sanguíneos, redes de colágeno, capilares e incluso las capas externas de tejidos neurales fueron también brillantemente preservadas por un proceso natural.
El Dr. Alex Liu, un Paleobiólogo en la Universidad de Cambridge, dijo que los tejidos cerebrales “son algunos de los tejidos menos probables que esperaríamos encontrar alguna vez en un vertebrado terrestre fosilizado”.
Este desafortunado dinosaurio parece haber muerto cerca de un pantano o ciénaga, pero para fortuna de los científicos, era un lugar rico en elementos altamente ácidos y con poco oxígeno. Una vez que el dinosaurio cayó muerto en este lugar, su cerebro fue esencialmente puesto “en escabeche”, lo que lo alejó de bacterias hostiles y su tejido blando fue mineralizado ante el paso de millones de años.
Cerca de 20 millones de años después de la aparición del dócil Estegosaurio y del ave del tamaño de un cuervo, Archaeopteryx, apareció el Iguanodon; una bestia voluminosa que devoraba cuanto árbol se encontraba a su paso, además de vegetación de baja altitud, quienes combatieron a los depredadores viviendo en comunidades, además de tener una poderosa cola, un lomo cubierto de picos y una poderosa y afilada uña en su pulgar.
Utilizando técnicas de Microscopía Electrónica de Barrido, estos investigadores ingleses, apoyados por científicos de la Universidad de Australia Occidental, identificaron los elementos encontrados en este fósil y que se describieron anteriormente.
De ahí, destacaron que el encéfalo de este gigante es similar al de las aves y los cocodrilos, quienes son descendientes directos de los extintos dinosaurios: forma de “salchcicha”; rodeada por una vasta red de vasos sanguíneos y cámaras vasculares recubiertas por una delgada pared, llamadas senos. El cerebro ocupa poco más de la mitad de la cavidad craneal.
Si bien, este hallazgo es muy importante, los investigadores aclaran que es riesgoso sacar conclusiones a partir de este único fósil, sobre todo en lo que se refiere al tamaño del cerebro y de la inteligencia que pudieran haber tenido estos animales.
David Norman, coordinador de la investigación manifestó:
“Como no podemos ver los lóbulos del cerebro, no podemos decir con certeza qué tan grande era el cerebro de este dinosaurio”.
“Es muy probable que los dinosaurios tuvieran cerebros más grandes de los que les damos crédito, pero no lo podemos asegurar a partir de este espécimen. Lo que es realmente notable es que las condiciones eran las correctas para permitir la conservación del tejido cerebral; esperemos que este sea el primero de muchos descubrimientos”.