Una de las mayores glorias humanas fue la creación de los locales de pollo asado y uno de los enormes triunfos de los pollos asados es haber materializado la siguiente metáfora: “Un ramo de pollo asado”. Sencilla, ¿verdad?, pero profunda, jugosa y sabrosa. Antes que todo y que nada, recordemos que una metáfora es la unión de dos imágenes irreconciliables que forman una tercera que desborda la imaginación al tiempo que expresa con precisión un sentimiento o evoca con exactitud un estado de ánimo.
Pues bien, una empresa mexicana ha tocado el corazón de pollo de muchos y ha hecho este lance poético que tendrá hondas y perdurables repercusiones en el imaginario colectivo, ya que durante el Día del Amor y la Amistad ofrecieron ramos de pollo asado para los enamorados, lo que abre toda una nueva veta en en eso de amar a la antigüita, pues ahora es imperativo regalar pollo; animal asociado a la campiña, por ende, a la tradición de la poesía pastoril o bucólica.
Esto se dio a conocer por un video que el dueño del negocio compartió en redes. En él podemos ver cómo carga una cornucopia de papel negro, cuyo interior derrama un deleite para la vista: piezas de pollo bien asaditas y sazonadas. Ahora podrás decirle a tu novia que se te antoja tanto como un ramo de pollo asado recién cortado en las naves avícolas de Texas, Estados Unidos:
Todos le van a llevar ramo de flores a sus mujeres. Sé diferente. Llévale un ramo de pollito asado, sí señor.
El verdadero ramo buchón se ve así, viejo. Para en la noche echar un pollito. Al mero millonsón. pic.twitter.com/raSrBi5Dvy
— tacodealacran (@tacodealacran) February 15, 2023
La genial y rica idea fue original de El canelo, pollos asados, una empresa que se encuentra en el gabacho, exactamente aquí: 1301 W Seminary dr, Fort Worth, Texas. Así que todavía puedes darte una vuelta y conseguir uno de estos ramos a le poulet para conquistar el corazón de tu amada.
La idea parecía una tomada de pelo, pero fue todo un éxito. El joven empresario vendió ramos a diestra y siniestra, pues, como sabemos, “panza llena corazón contento”. Esto nos hace recordar un poema del gran poeta español Miguel Hernández, por aquello de las pechugas de pollo, uno que decía más o menos así:
Me tiraste una pechuga, y tan asada,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su adobo sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de alita duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el empollado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante cena.