Recientemente, una ola de indignación sacudió a Brasil debido a la publicación de una serie de fotos donde menores de edad participan en un curso de tiro con pistolas de aire comprimido. Las imágenes fueron compartidas por el Club de Caza y Tiro Hunter, ubicado en la ciudad de Jatai, Goiás, Brasil, y borradas casi de inmediato.
Según el post original, el propósito del taller es “enseñarle a los pequeños a combatir la violencia que se vive en el país” y, como diría Calamardo, “Es el día opuesto”. Es momento de recordar que el último hecho violento que sacudió al país de Sudamérica sucedió a principios del mes de abril, cuando un hombre asesinó a cuatro niños con un hacha en una guardería.
En este sentido, el curso casi parece un chiste de muy mal gusto, pues la realidad de muchos lugares, no solo en América del sur, es preocupante y sombría. Debido a la unión de un sinfín de usuarios que reprobaron los hechos, el Ministerio Público de Goiás recomendó la suspensión de la actividad, que fue correspondida por los espacios mencionados.
El manejo de armas, aunque sean armas de presión, puede dañar su integridad psicológica, ya que aún no son lo suficiente maduros para tal manejo.
ABSURDO: Fantástico acabou de mostrar uma matéria de um clube de tiro bolsonarista em Goiás com crianças de menos de 8 anos. Precisamos proteger nossas crianças e escolas do ódio instaurado no Brasil. É necessário que os responsáveis sejam punidos. Arma não é brinquedo! pic.twitter.com/mP8af6gc5x
— Laura Sito (@laurasito) April 17, 2023
Queda claro que los clubs de caza no tenían malas intenciones, pues atendieron el aviso de las autoridades con suma rapidez, incluso aclararon que el taller era recreativo y contaban con el permiso de los padres. De cualquier forma, se ganaron comentarios como el siguiente:
Enseñar a los niños a usar armas de fuego cuando estamos viviendo una serie de ataques en las escuelas es preocupante, aterrador e irresponsable. Los niños no tienen que ser educados para la guerra y la muerte, sino para la vida y la paz.
— Fabricio Rosa, policía de Carreteras de Goiás