Marcos Rodriguez Pantoja es nuestro héroe de hoy y probablemente el primero en admitir que “el hombre es el lobo del hombre”. El sujeto conocido como el “Mowgli español” fue criado por lobos y encontrado hasta los 19 años de edad. Ahora a sus 72 años ha dicho que está decepcionado de los humanos y que la mejor razón para quedarse entre la gente son las mujeres.
Rodríguez vivió entre lobos en las montañas de la Sierra Montana desde los 7 años y se comunicaba con gruñidos; dormía en cuevas con otros animales como murciélagos, serpientes y venados.
Ahora tiene 72 años y vive en el norte de España en el pueblo de Rante, cerca de la frontera con Portugal. Dijo al diario El País que en general estaba decepcionado de los humanos, quienes según él, explotaron su inocencia desde que fue encontrado por la policía en 1965.
Desde que fue encontrado en las cuevas que él llamaba casa, su vida fue en picada pues nunca se pudo reintegrar, señala. Asegura que fue engañado, estafado y explotado por sus patrones en la industria de la construcción y hospitalaria hasta que quedó sin nada.
La madre de Rodríguez murió cuando era un niño y su padre abusaba de él. Fue enviado a vivir con un pastor de cabras a los seis o siete años y cuando su único compañero humano murió, en lugar de buscar regresar con su familia prefirió ser adoptado por los lobos.
“Los animales me guiaban y me mostraban qué comer. Lo que ellos comían, yo lo comía”, dijo a la BBC. “Los jabalís comen tubérculos enterrados en el suelo. Los encuentran porque los huelen. Cuando rascan el suelo buscándolos, les lanzaba una piedra para espantarlos y entonces les robaba la comida”.
“Un día fui a una cueva y empecé a jugar con los lobos que vivían ahí y luego me quedé dormido. Más tarde la madre les trajo comida y yo desperté”.
“Ella me vio con una mirada feroz. Los lobos empezaron a despedazar la carne. Un cachorro pasó cerca de mi y traté de robarle la comida porque también yo tenía hambre. La madre me pateó y me alejé”.
“Luego de alimentar a los cachorros ella me lanzó un pedazo de carne. No quería tocarla porque pensé que me iba a atacar, pero luego empezó a empujar la carne con su nariz. La tomé, me la comí y pensé que me iba a morder pero lo que hizo fue empezar a lamerme. Después de eso yo era parte de la familia”.
También cuenta que una serpiente era su amiga y que lo seguía a todas partes porque le daba leche de cabra.
12 años más tarde fue encontrado e identificado por su padre. “No sentí nada cuando lo vi”, dijo. “Solo me preguntó una cosa: ‘¿dónde está tu abrigo?’ ¡Cómo si estuviera usando el abrigo que usaba cuando me fui!”.
De regreso en la sociedad humana, tuvo muchos problemas para adaptarse. Dijo a la BBC: “no podía con tanto ruido… los autos… y la gente de un lado para otro como hormigas. Pero al menos las hormigas van en una sola dirección, la gente está por todos lados y yo estaba asustado hasta de cruzar la calle”.
Entonces decidió irse a vivir con las monjas en Madrid donde finalmente empezó a cambiar sus hábitos. “Me enseñaron a comer como debe ser y me pusieron un pedazo de madera en la espalda para enderezarme porque estaba todo encorvado por caminar en las montañas”.
“Cuando salí de ahí, lo primero que debieron hacer fue enviarme a la escuela, enseñarme a hablar y cómo comportarme en el mundo. ¿Cuál era el punto de hacer la primera comunión y del servicio militar? ¿Aprender a matar gente?”
Eventualmente se estableció en el pueblo de Rante, donde vive en una pensión y trabaja en un bar. “Pensé en regresar a la naturaleza muchas veces”, recuerda. En una ocasión intentó regresar al monte pero era muy distinto a lo que recordaba, ahora estaba lleno de casas y con cables y postes por todos lados.
“Pero ahora estoy acostumbrado a esta vida y hay muchas cosas que no tendría ahí, como la música por ejemplo, o las mujeres. Las mujeres son una buena razón para quedarse”.
Una asociación de beneficencia está juntando fondos para comprarle un calentador de agua y aislante para su techo. Además, señala que la gente no lo ve del todo bien y que continuamente se ríen de él porque no sabe nada de futbol o de política, pero advierte que su doctor siempre le dice: “tú ríete de ellos, ellos saben mucho menos de lo que tú sabes”.