Cuando bebemos es más probable que se nos antojen unas papas fritas, unas alitas de pollo picantes, una pizza, una hamburguesa grande y grasosa. Y muchos pensarán que es porque al beber alcohol se alcanza un nivel de desinhibición también en esta área, y seguramente no te importará la dieta ni nada de estas cosas, sino solo satisfacer tu antojo.
Pero no se trata de un asunto de inhibiciones o falta de ellas, sino más bien de un proceso cerebral que hace a tu cuerpo necesitar -en ocasiones, desesperadamente- esos alimentos.
Esto, según un estudio publicado en la revista “Scientific American”, donde se explica que el alcohol es una especie de disparador de una sensación física de inanición, y el cerebro es el encargado de enviar la señal.
Varios investigadores del Instituto Francis Crick, del Laboratorio Mill Hill de Londres, experimentaron con ratones, a los cuales pusieron ebrios; luego monitorearon y registraron la actividad eléctrica en las células cerebrales vinculadas al hambre, descubriendo un mecanismo neuronal que podría explicar por qué los ratones comieron mucho más, después de beber alcohol, aunque sus cuerpos no necesitaban calorías.
Los neurocientíficos primero trataron de confirmar que el consumo de alcohol obliga a los ratones a comer más.
Inyectaron alcohol en el abdomen de ratones machos y hembras (alojados por separado de ratones “sobrios”, solo para controlar factores sociales) una vez al día durante tres días, imitando un “fin de semana de alcohol”. Cada inyección era el equivalente de aproximadamente dos botellas de vino, o de seis a ocho vasos de cerveza de 16 onzas; es decir, una buena cantidad de alcohol.
Durante el período de tres días, los ratones intoxicados de ambos sexos comieron mucho más que los ratones sobrios, una diferencia que fue particularmente pronunciada durante el segundo día de la borrachera.
Esto da un indicativo firme de lo que sucede con los humanos, ya que como en los ratones, el cerebro manda la orden de que se debe de comer, aunque en el caso de los humanos hay más factores, por ejemplo: el beber es una actividad más nocturna, y de noche lo más fácil de conseguir es comida chatarra.
Sin embargo, si cotidianamente esta comida no es muy recomendable, en estado de ebriedad el cuerpo es más susceptible, por lo que prácticamente estos alimentos deberían estar prohibidos.
Las papas fritas contienen altos niveles de grasa y de sal, por lo que, incluso ayudan a que bebas más, porque provocan sed; la grasa te provocará náuseas en algún momento, y la resaca será mayor, ya que la sal se unirá al alcohol que consumiste y tu cuerpo estará deshidratado.
Otro de los grandes favoritos es la pizza; porque te la llevan a casa y porque a todos les gusta y no es tan costosa. Pero la salsa de tomate provoca reflujo y acidez; también algunos tipos de queso.
Esto hará que te den también ganas de vomitar o que estés dando vueltas en la cama porque no soportas la acidez.
Otro de los alimentos que se han puesto de moda en los bares, mientras bebes, son las alitas de pollo con salsas “extra picantes”.
Estas salsas te causan malestar estomacal incluso estando sobrio, así que si andas ebrio, lo mejor es que las evites.
Puedes comer una rebanada de pastel, pero al estar ebrio, la necesidad de azúcar del cuerpo será mayor, y no podrás parar, así que seguirás comiendo y comiendo pasteles y dulces, lo que te llevará a vomitar más durante la resaca.
Aquí lo tienes: ya sabes que si bebes el antojo será mayor; pero también ya sabes lo que no debes comer…