Robert Morin vivió una vida simple, muy sencilla: manejaba un Plymouth modelo 92; en su tiempo libre leía mucho y no tenía cenas elegantes. Cuando murió, le dejó 4 millones de dólares a la universidad donde trabajaba.
“Se comía unos Fritos y una Coca para desayunar, un sandwich de queso en la biblioteca, y en casa se comía una cena congelada, porque lo único que tenía para cocinar era un horno de microondas”, explica su asesor financiero, Edward Mullen. “Era un caballero muy inusual”.
Morin fue empleado de muchos años en la biblioteca de la Universidad de New Hampshire en Estados Unidos. Trabajaba catalogando libros, que básicamente es escribir descripciones del nuevo material que llega a la biblioteca.
La semana pasada, la universidad anunció que cuando murió en marzo de 2015, a la edad de 77 años, le dejó todo a la escuela.
“Es muy inspirador y emocionante”, dijo Erika Mantz, vocera de la universidad. “En nuestra historia, no se de nada similar”.
Un reporte de la universidad que habla del regalo de su bibliotecario, nota que “pocos sospechaban” que Morin, graduado de esa universidad, había amasado silenciosamente, millones. Pero su vida no era súper extravagante. Miró miles de videos y leyó muchos libros.
Morin era un cinéfilo apasionado, de 1979 a 1997 miró más de 22 mil videos. Luego se enfocó en los libros. Leyó en orden cronológico, cada libro publicado en EU, de 1930 a 1940, excluyendo los libros de niños, libros de texto, de cocina y de tecnología. Cuando murió, había alcanzado hasta 1938, el año de su nacimiento.
“Él nunca salió”, dijo Mullen, el asesor financiero.
Morin fue empleado por la universidad por cerca de cinco décadas antes de su retiro en 2014. En el año fiscal 2013-2014, pagó $102,220 dólares. Mullen llamó a Morin un “hombre muy brillante y muy inteligente”.
“Él dijo: ‘ellos sabrán qué hacer con el dinero'”, reportó Mullen.
Mantz señaló que Morin era una persona “muy conocida en el campus”, alguien que vivía una vida simple y sencilla, se mantenía alejado de la controversia y frecuentemente se tomaba tiempo para hablar con los estudiantes.
“Fumaba una pipa, y pasaba mucho tiempo en el jardín frente a la biblioteca, y le gustaba mucho hablar con los estudiantes. Estaba muy comprometido, y hablaba con quien fuera de los estudiantes que estuvieran por ahí. Estaba muy comprometido con los trabajadores en la librería”.
Una porción del regalo de Morin, 100 mil dólares, irá a la biblioteca Dimond donde estaba Morin. El dinero será usado para becas para estudiantes. Servirá entre otras cosas también para un proyecto multimedia en la biblioteca.
Un millón adicional irá a una pantalla de video en el estadio. En sus últimos días, Morin empezó a ver futbol cuando estaba en un centro de asistencia. Aprendió las reglas del juego y se sabía los nombres de los jugadores.