Un artista visual llamado Dillon Marsh se dio a la tarea de crear una serie de imágenes en las llanuras de Sudáfrica, donde se muestran grandes esferas metálicas que nos dan una idea de cómo se vería todo el metal extraído de las minas de ese territorio si estuviera junto, y que contrasta la acumulación de riqueza con el trabajo precario que se necesita para obtenerla.
En las imágenes se puede observar a los distintos tiros de mina sudafricanos a paisaje abierto gobernados por esferas metálicas de gran volumen. Una de las bolas es de oro, otra de platino, otra más de cobre y una formación de diamantes. Y en ellas, Dillon ha dicho que quiere representar el valor y el sacrificio que representa la extracción de dichos metales.
Tanto si están activas como si llevan mucho tiempo inactivas, las minas hablan de una combinación de sacrificio y ganancia. Sus rasgos son cicatrices toscas y antiestéticas en el paisaje, hazañas inverosímiles de trabajo duro e ingeniería especializada, construidas para extraer valor de la tierra, pero que también exigen un precio.
Las esferas están hechas por computadora pero a escala, y simulan la reunión de todo el metal extraído hasta ahora de los suelos sudafricanos. Como se sabe, la minería es un oficio antiguo cuyo auge tuvo lugar en la era moderna con base en el esclavismo o la precarización de los trabajadores. Es por esto que Dillon Marsh ha creado esta serie, para dar visibilidad a estos procesos.
Estas imágenes combinan fotografía y elementos generados por ordenador en un esfuerzo por visualizar la producción de varias minas de Sudáfrica. Los objetos CGI representan modelos a escala de los materiales extraídos del suelo. Con ello se pretende crear una especie de visualización de los méritos y las carencias de esta industria que ha configurado la historia y la economía del país de forma tan radical.
Resulta increíble ver las esferas, que en su concentración resultan impresionantes, pero que al lado del total del planeta y de la superficie de las minas no son nada, pues apenas son esferas. El artista se enfocó en cuatro puntos de explotación con diversas minas: Blue Mine, las minas de diamantes de Hope Town, Cabo Norte, los campos de oro en la cuenca de Witwatersrand y las canteras de platino de Marikana.
En el caso de las minas de cobre de Blue Mine, Dillon apunta que estaban en funciones desde 1852, pero que actualmente se encuentran abandonadas y que esto tiene en vilo a las poblaciones que se asentaron gracias al funcionamiento de la mina. Respecto de las minas de diamantes, Dillon contrasta el deterioro del paisaje severo que se tiene que hacer para extraer un pequeño montón de diamante, cuyo tamaño es apenas considerable.
En cuanto al oro de Witwatersrand, March se contenta con mostrar la urbanización obtenida gracias a todo el oro extraído de las siete minas desde 1886. Quizá la historia más simbólica es la de las minas de Platino, pues en 2012 sus trabajadores se pusieron en huelga y la policía abrió fuego contra ellos matando a 34 hombres e hiriendo a 76 más para que reanudaran labores.
En la bola de cobre podemos ver reunidas 280 mil toneladas de este metal, en la esfera de diamante, 9.5 millones de quilates de diamante, en la de oro hay 250 millones onzas troy y en la de platino se reúnen 13 millones de onzas troy. Es decir, así se verían si estuvieran amasadas.
Sin duda, las minas son fuente de una riqueza que permite construir ciertas cosas que necesitamos a diario, pero que también se alimentan de sangre y cansancio de los hombres y mujeres que viven en torno a ellas y dentro de ellas. Además, es bien sabido que las malas condiciones laborales siguen patentes en la actualidad de muchas minas del planeta, y que las mayores ganancias se las quedan las empresas y no las naciones en cuyo suelo se hallan los metales.