Alexandra Hunt, una joven de 28 años, originaria de Rochester, Nueva York, ha presentado su candidatura para competir por el tercer distrito de Pensilvania. Alexandra ha alcanzado el grado de maestría en dos ocasiones, en dos universidades distintas, pero para pagar sus estudios ha tenido que trabajar en la industria para adultos estadounidense.
La joven política se aleja mucho del canónico político estadounidense y de la mujer de política en general, pues estamos acostumbrados a que quienes compiten por cargos públicos presuman de un historial prístino y/o de un pedigrí envidiable, mientras que Hunt se enorgullece de su pasado y de lo que ha tenido que sufrir para formarse.
Bella mujer, bellos ideales
No es difícil creer que, por su atractivo físico, la joven Alexandra haya encontrado un lugar en el negocio del striptease, tanto así que este le sirvió para pagar los gastos de su educación universitaria, pues recordemos que en Estados Unidos, los costos de la educación son de los más altos del mundo.
Aunque lo que resulta evidente al ver por primera vez a Alexandra es la elegancia de su porte y la belleza de sus rasgos, en cuanto escuchas su discurso te das cuenta de que su carisma no solo se deriva de lo físico, sino que se trata de una mujer educada, con consciencia social que no oculta su participación en la industria del entretenimiento para adultos, al contrario, se reivindica a partir de ese pasado y defiende a trabajadores y trabajadoras de este ramo como legítimos contribuyentes a la economía y a la sociedad.
“El trabajo sexual también es trabajo”
Me desnudé para pagar las cuentas, pero tanto temía al estigma de este trabajo, que lo mantuve en secreto en su momento. Mi historia no es la única; existen muchos ejemplos que hacen evidente cómo ser señalado como trabajador o trabajadora sexual, en el pasado o en el presente, puede provocar que pierdas tu empleo, especialmente si eres mujer. Mi trabajo en la industria sexual fue muy peligroso: si hubiese desaparecido, como muchas otras trabajadoras sexuales, nadie me habría encontrado.
Durante su campaña, basada en derechos humanos, especialmente en la lucha a favor de mujeres que trabajan en la industria sexual, a quienes considera uno de los grupos más marginalizados y de los más vulnerables a abuso y violación de derechos humanos, Alexandra habla de su pasado picante mientras vende camisetas de apoyo a su campaña con la leyenda “Vota por p*tas: Puede ser que bailara por dinero, pero no soy una p*ta corporativa”.
Orgullosa de su pasado
Cuando la gente me dice ‘fuiste bailarina exótica, ¿y qué?’, sé que están tratando de apoyarme, de darme a entender que no me juzgan por mi pasado; pero la verdad, creo que debo ser tomada en cuenta por todo lo que he hecho y por lo que soy y haber sido parte de la industria del trabajo sexual es, en parte, lo que me hace ser quien soy hoy. Soy una sobreviviente. Soy una voluntaria que, cuando la pandemia de covid-19 golpeó, se lanzó a la calle a hacer lo que podía.
No solo no se avergüenza de su pasado, sino que lo ha vuelto parte de su plataforma electoral. Luchando desde las filas del Partido Demócrata, Alexandra mantiene una postura liberal y progresista de apoyo incondicional a las minorías discriminadas y marginadas, ya sea a mujeres, trabajadores del comercio sexual, inmigrantes o miembros de la comunidad LGBT+.
Prejuicios
Cuando me lancé para el Congreso, jamás imaginé que me dedicarían encabezados con la etiqueta de ‘Sobreviviente del trauma’; sé que no es necesario tener una larga conversación conmigo para darse cuenta de que entiendo el dolor, pero uno de los más comunes y redundantes errores del patriarcado es prejuzgar erróneamente el feminismo como proveniente de un sector lastimado (…) pero mi feminismo viene de mi creencia de que todos merecemos una vida llena de dignidad (…) ser un estadounidense de a pie es ser un ‘sobreviviente del trauma’.
Sin embargo, mucha gente la acosa por su pasado, ya sea explícitamente, como cuando reveló que había sido stripper y el club de fútbol en que trabajaba le ordenó retirar la declaración y al negarse, fue despedida, o cobardemente, pues no es raro el hater o el pervertido que le envía mensajes misóginos por redes sociales. Los estigmas a los que ha tenido que enfrentarse incluyen, además de su pasado laboral, un aborto que tuvo a los 18 años, sobrevivir a una agresión sexual y tener que vivir el día a día de cheque en cheque, apenas alcanzando.
El fútbol puede cambiar al mundo
Siempre creí que el soccer podía cambiar al mundo. Sin importar barreras del lenguaje, creencias políticas, nacionalidades, razas, religión sexualidad o género, la cancha siempre ha sido un hogar para mí. Hace pocos meses, una combinación de estigmas viejos como el polvo y cretinismo provocaron que perdiera mi empleo como entrenadora en el deporte que cambió mi vida (el fútbol).
Futbolista de hueso colorado, Alexandra tuvo que abandonar su puesto de entrenadora de dos equipos para niñas luego de que las autoridades del club la confrontaron respecto a su declaración pública en las redes sociales de su campaña, en la cual ventilaba su controversial pasado.
Me pidieron que retirara mis declaraciones y me explicaron que me iban a bajar de categoría en el club: me iban a remover de mi puesto como entrenadora de mis dos equipos. Ese nivel de discriminación y estupidez retrograda me lastimaron, pero lo más doloroso fue tener que alejarme de mis jugadoras.
Educación
Soy una investigadora de Salud Pública, entrenadora de equipo femenil de soccer para niñas y una luchadora por el tercer distrito de Pensilvania. A pesar del generoso paquete de apoyo financiero de la Universidad de Richmond, la verdad es que yo era demasiado pobre para esa escuela; me gradué en tres años para ahorrar dinero, a pesar de tener dos trabajos que apenas me ayudaban a llegar a fin de mes: uno como mesera y otro como desnudista.
Hija de dos profesores y con un hermano gemelo, Alexandra se graduó en 2017 de la Universidad de Richmond y en 2020 obtuvo sus grados de maestría, uno de maestra en Ciencias y otro de maestra en Salud Pública, uno en la Universidad Drexel y el otro en la Universidad Temple, respectivamente. En últimas fechas ha dejado de lado todas sus demás ocupaciones para dedicarse de tiempo completo a su plataforma política. Va con todo.