En Alemania han reducido de forma consistente el porcentaje de deserción escolar en las universidades, gracias a un sistema educativo que está enfocado en las aptitudes y necesidades de cada estudiante, y esto, desde los 10 años de edad.
Esto es conocido como Formación Profesional Dual, lo que ha permitido que la deserción de universitarios esté en un 10%, que es un porcentaje más bajo que en la mayoría de los países europeos.
Cada uno de los 16 estados federados alemanes tiene sus propias normativas en el tema educativo, pero lo que se hace en general, es dividir a los alumnos a partir de los 11 años, luego de un previo análisis de sus notas y la velocidad con la que aprenden.
Quienes tienen mejor rendimiento escolar, pasan al gymnasium, de donde pasarán al bachillerato, ya con una buena preparación para el examen de admisión en la universidad.
Los demás, son preparados para cursar una carrera técnica, por lo que no estarán en la universidad. Esto tal vez parece un poco exagerado, pues a los diez años se pensaría que no es un buen momento como para tomar una decisión de este tipo.
Detlev Flottmann, director del colegio Astrid Lindgren, manifestó a El País:
Valoramos si tienen iniciativa propia o si tienen que recibir directrices. A los 10 años no son del todo maduros y es una decisión complicada.
Flottman comentó que esto no es nuevo, sino que este modelo se sigue desde el siglo XIX, y se ha mantenido por los resultados, ya que, asegura, sería bonito que los estudiantes permanecieran juntos hasta el momento de ingresar a la universidad, e incluso pudiera ser que los alumnos más aventajados ayudaran a los que no aprenden de igual manera.
Sin embargo, asegura el director, lo que sucede es que los estudiantes con mejores notas se relajarían, y no lograrían un nivel de excelencia para empezar con sus estudios universitarios.
Para quienes no van al gymnasium, tienen como opciones el realschule y al hauptschule, que son centros escolares donde aprenden en módulos de Formación Profesional, y Formación Profesional Dual, donde los estudiantes pueden tener, durante dos años, prácticas en alguna empresa, además de las horas de clase, enfocados a algún oficio o carrera técnica.
Pero esto no quiere decir que estén vetados de las universidades. Quienes así lo decidan, pueden presentar el examen de admisión, solo que no lo hacen a los 18 años, como quienes acudieron al gymnasium, sino a los 21, ya que tienen que tomar un curso y luego cursar el bachillerato, porque su velocidad de aprendizaje es diferente.
Por supuesto que no han faltado las críticas a este sistema, pero la principal defensa ha sido el resultado en las evaluaciones de deserción escolar. Enric Prats, profesor del departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Barcelona, ha manifestado:
No se puede afirmar que el sistema educativo alemán es eficiente por su tasa de abandono escolar, porque otros países como Polonia que emplean un modelo comprensivo, en el que los estudiantes permanecen juntos hasta los 16 años, tienen indicadores más bajos (5.3%).
El éxito, comenta Prats, está en la vinculación de los estudiantes con el sector laboral, y el hecho de que los empresarios apoyen este modelo, que en otros países sería complicado establecer.
Sin embargo, esta no es la única implicación; por ejemplo, Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, especialista en pedagogía, subraya:
Esos niños van a vivir durante toda su vida en una sociedad diversa y la escuela tiene que prepararles para ello, la desigualdad no puede ser el precio a pagar por la eficacia académica.
Esto, porque a su parecer, los niños que no son enviados al gymnasium pudieran crecer con baja autoestima, y recalcó que la principal causa para un bajo rendimiento escolar es la desigualdad en las condiciones socioeconómicas, por lo que la escuela, dice, debería enfocarse más en combatir esas diferencias.
También hay entusiastas de este programa, como Ingo Winter, graduado en Economía Pedagógica y director del FEDA en Madrid, quien asegura:
La ventaja del sistema es que es abierto: el estudiante siempre puede continuar estudiando, incluso si quiere llegar a la universidad. No importa que unos tarden cinco años más.
Otro efecto constatable, es que la tasa de desempleo en alemanes de menos de 25 años, es de solo 6. Los jóvenes pueden elegir entre 327 profesiones, y ganan en promedio 800 euros al mes, por estar en determinada empresa.
Obviamente, en todo esto entran en juego las decisiones y expectativas propias y de las familias; por ejemplo, Anastasia Ritter, de 19 años, comentó para El País:
Tuve unas notas muy buenas en primaria y mis profesores me recomendaron el gymnasium. Mis padres querían que llegase a la Universidad, pero al terminar el bachillerato me di cuenta de que no sabía a qué quería dedicarme y he preferido estudiar y trabajar en una empresa a la vez para salir de dudas.
Este sistema también se ha implementado porque en Alemania no hay mucha población joven, y quienes los son, en su mayoría preferirían seguir estudiando hasta ir a la universidad, lo que ha dejado al mercado laboral sin mano de obra joven.