Si hay algo a lo que las abuelitas no se puedan resistir, a parte de las novelas turcas, es al corte y la confección. Apenas ven una prenda con una pequeña rotura y la llevan rápidamente a la costurera o ellas mismas la arreglan en su máquina. Para las abuelas, cualquier hilacha en la chamarra ya es signo de que sus hijos o nietos les anda respirando la pobreza en la nuca.
Esto fue lo que pensó una anciana que se llevó una chaqueta azul de un museo, pues no sabía que la prenda era una pieza en exposición. La abuela francesa, que no está acostumbrada a las mam*das, digo, al arte contemporáneo, no se lo pensó dos veces y al ver la chamarra algo maltrecha, se la llevó consigo para dejarla en forma.
Las cámaras de seguridad del Museo de Arte “Picasso” en París, Francia, captaron todo, pero la mujer de 72 años no pudo ser identificada porque no había ni un registro penal de ella, por lo que se pudo recuperar la obra hasta que ella misma la devolvió al museo.
Nada raro le sucedió a la chaqueta azul con postales de pinturas famosas en sus bolsillos, solamente le hicieron un dobladillo que redujo 30 centímetros de su largo para que se ajustara mejor. Pero la obra titulada Old Masters (Viejos maestros), del artista catalán Oriol Vilanova, siguió siendo esencialmente la misma: una chamarra colgada en la pared.
La mujer fue retenida en los separos donde con espíritu combativo y con una postura sublime ante la vida resistió los embates poderosos de más de ocho horas de interrogatorio a base de huachicolazos, quemaduras de cigarro y asfixia.
Tras su liberación, dijo no arrepentirse de nada y aseguró que lo volvería hacer…bueno, esto no pasó, pero andamos con ganas de mártires y una película de acción con una septuagenaria invadida por la adrenalina y drogas sintéticas.
En realidad, la liberaron después de hacerle unas preguntas y solo la reconvinieron a que no tomara cosas que no eran suyas ni objetos que parecían perdidos, sobre todo si se encontraba en un museo de arte moderno.