En 1997, una inusitada ola gigante arremetió contra el Tokio Express, un buque de carga con una longitud de 300 metros y una envergadura de 32 metros. El golpe de la ola provocó la pérdida de 62 contenedores de carga.
Entre los tesoros que se perdieron debido a la ola se encontraba un contenedor que contenía alrededor de 4.8 millones de piezas de Lego. El volumen representado por esos juguetes es tal que desde entonces, vestigios de ese incidente se hacen presentes en las playas del condado inglés de Cornualles.
El itinerario del Tokio Express lo puso en rumbo a Nueva York, Estados Unidos, desde Rotterdam, Holanda. El día 13 de febrero de 1997, la enorme ola sacudió la nave, provocando la pérdida de carga que daría origen a una curiosa búsqueda del tesoro.
Tracey Williams vivía en Devon, Inglaterra, cuando el contenedor de carga derramó su contenido en las aguas compartidas entre el canal de la Mancha y el mar Céltico. Entonces empezó a notar “el Lego” que estaba presente en las playas de su comunidad.
Williams no fue la única en darse cuenta de la presencia de los juguetes y conforme la gente se percataba de su presencia, los pequeños objetos de plástico se fueron convirtiendo en los objetos coleccionables por excelencia.
Tienes que atraparlos todos
Los dragones negros eran, comparativamente, muy comunes, pues representaban el 0.67 por ciento de todo el Lego, siendo 33 427 dragones de entre cinco millones de piezas, mientras que sus contrapartes más raras eran los 514 dragones verdes, que apenas eran el 0.1 por ciento.
De entre los Legos, el considerado “Santo Grial” era nada más y nada menos que el “Pulpo Negro”. Es tan raro que en sus años buscando en la playa, Williams encontró el primero en 1997, para no volver a ver ninguno sino hasta 18 años después, en 2015.
La búsqueda evoluciona
Cuando Williams se percató, en 2010, de que la aparición de piezas de Lego no cesaba, se dio a la tarea de ponerse en contacto con otros “recolectores de Legos” por medio de Internet, para compartir experiencias con ellos y determinar cuál era el alcance de la contaminación provocada por ese plástico que llevaba entonces 14 años de haber caído al mar.
Fue interesante cartografiar su aparición en las playas y descubrir qué tan lejos habían viajado (los juguetes). De lo que nos dimos cuenta es de que el Lego que se hundió había empezado a aparecer en las playas. Supongo que eso demuestra el problema de la longevidad del plástico, los largos viajes que realiza.
Williams sigue excursionando en la playa cercana a su casa, en la costa norte de Cornualles, al menos una vez al día. Además, ha publicado un libro, Adrift, que trata sobre su experiencia, los tesoros que ha encontrado y el impacto en el ambiente que tienen las piezas plásticas.
Tim Brooks, vicepresidente de sustentabilidad ambiental del Grupo Lego, fue entrevistado acerca del libro y su contenido y declaró:
Nuestra compañía es apasionada cuando se trata de mantener los bloques de Lego separados de la naturaleza y jamás querríamos que bloques de Lego terminaran en el mar. El Grupo Lego es muy serio acerca de cuidar el planeta y tenemos una innovadora estrategia que tiene como objetivo dejar un impacto positivo en el planeta, para cuando se lo heredemos a nuestros niños.