El periódico inglés The Guardian consiguió una entrevista con la llamada Reina del Pacífico, quien habló del mundo de la droga, de corrupción y otras cosas en el siguiente texto:
Pasando la puerta principal de la casa de Sandra Ávila Beltrán se encuentra un altar, con veladoras para su primer marido (acribillado a balazos); su segundo marido (apuñalado en el corazón); y su hermano (torturado hasta la muerte). Todos fueron asesinados durante la guerra del narco que se vive en México.
Ávila Beltrán parece ser material para elaborar una leyenda -es una de las pocas mujeres con acceso a los más altos niveles de la vida del narcotráfico-. Ha vivido, trabajado y amado dentro de las altas esferas del mundo de la droga mexicana desde finales de 1970. En la cúspide de su carrera mostró una tendencia a llevar maletas con millones de dólares en billetes de 100 dólares.
Es conocida como “La Reina del Pacífico”, en honor a su supuesta destreza para organizar una flota de atuneros cargados con 10 toneladas de cocaína cada uno, que navegaban desde la costa del Pacífico de México hacia el primer mercado mundial de cocaína: Estados Unidos.
Sandra Ávila Beltrán nació el 11 de octubre de 1960, en Mexicali, Baja California. Su tío es Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como “El Padrino”, uno de los grandes capos de la década de los 80, junto con Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. Su juventud transcurrió acompañada por estos capos de la droga.
Vivió desapercibida en Guadalajara, Jalisco, y Hermosillo, Sonora, hasta que la policía encontró más de nueve toneladas de cocaína en un barco en el puerto de Manzanillo, Colima; el hallazgo llevó a su detención el 28 de septiembre de 2007. A partir de esto se convirtió en todo un personaje.
Se casó dos veces, y ambos maridos fueron comandantes de la policía antidrogas, que se convirtieron en traficantes… Los dos fueron asesinados.
La policía le atribuye su ascenso al poder en el mundo de la droga a su físico, pero antes que nada a su inteligencia para los negocios, sus movimientos tranquilos, como los de una reina de belleza, que según algunos, inspiraron a Arturo Pérez Reverte para escribir una de sus obras más famosas en Latinoamérica: “La Reina del Sur”.
En 2002, su hijo, Luis Fuentes Ávila fue secuestrado, y para rescatarlo pidió ayuda a la Policía. Algo que nunca hubiera hecho si realmente tuviera influencia en la organización.
Su tercera pareja también fue asesinada y ella misma escapó a un atentado, presuntamente organizado por uno de sus esposos…
Ávila Beltrán ha pasado los últimos siete años en prisión por lavado de dinero, incluyendo dos años en aislamiento. Ahora, libre, dio una entrevista exclusiva a The Guardian, su primera vez en casi una década, desde su casa cerca de Guadalajara, en la que atacó la corrupción de los políticos mexicanos; se burló de la futilidad de la prohibición de las drogas y celebró la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
El caso judicial más importante que se le imputó en México fue por un cargamento de 9.5 toneladas de cocaína aseguradas el 20 de diciembre del 2001 en el buque Macel, frente a las costas de Colima. El 8 de agosto de 2011, el Tercer Tribunal Unitario Penal del DF la absolvió en definitiva de este expediente.
También fue enjuiciada por posesión de una pistola calibre .45 hallada en una caja de seguridad de un banco de Zapopan, caso donde el Juzgado Séptimo de Distrito en Materia Penal la condenó a un año de prisión; pena que ya fue compurgada.
El 9 de agosto de 2012, Ávila fue extraditada a Estados Unidos, donde la Corte Federal del Distrito Sur de Florida le inició un juicio por asociación delictuosa, conspiración para poseer 100 kilos de cocaína con intención de distribuirlos e importar diversos cargamentos de dicha sustancia a ese país.
Después de una negociación, Ávila Beltrán se declaró culpable de haber asistido económicamente a su novio “El Tigre” y fue condenada a 70 meses de prisión, mismos que cumplió el 20 de agosto de 2013, día en que regresó deportada a México y fue internada de nuevo en el penal de Nayarit.
El 7 de febrero de este año, un tribunal federal de Jalisco ordenó su libertad en el último juicio abierto que la Procuraduría General de la República tenía en su contra y en el que fue acusada de lavado de dinero por más de 10 millones de pesos en dos seguros de vida y depósitos bancarios.
Su ascenso al poder le proporcionó una visión desde primera fila del narcotráfico: aviones privados; cirugía plástica clandestina para cambiar la identidad; tiroteos en fiestas VIP; y por supuesto: enormes sobornos a funcionarios públicos mexicanos. “Lo más que he oído fueron 100 millones [soborno] para un presidente mexicano”, dijo Ávila. “Un millón de dólares no es nada. He visto un [político] mirar en la bolsa para ver si estaba allí. Lo sabía todo”.
A pesar de que habló libremente durante tres horas, Ávila Beltrán se negó a ver nada malo en la carnicería de violencia por las drogas en México, y lo comparó con la violencia de la era de la prohibición en los Estados unidos. En su mundo, las drogas estaban por todas partes, y el uso de estas no es una opción moral del consumidor. Hay decenas de miles de mexicanos asesinados por bandas de narcotraficantes, incluidos muchos de su círculo íntimo, sin embargo, se negó a criticar a esta industria, tratando de retratar la violencia como consecuencia de cualquiera de las políticas de prohibición del gobierno mexicano, no por el bien documentado e innegable salvajismo utilizado regularmente por las bandas de la droga mexicanos.
Ávila también se negó a responder a ciertas preguntas sobre su papel exacto en el tráfico de cocaína, “olvidando” el número exacto de guardaespaldas que tenía, y la cantidad de los pagos extremadamente grandes y en efectivo, realizados como “regalos”.
A pesar del derramamiento de sangre, que se estima en más de 100 mil muertes en México durante la guerra de la droga de la última década, una cosa queda clara: no siente ninguna culpa.
Durante a entrevista, Ávila Beltrán habló sobre la legalización de la marihuana, y dijo:
“De nada servirá legalizar la hierba, pues siempre habrá nuevas drogas listas para salir al mercado, capos dispuestos a seguir corriendo el riesgo de dedicarse al narcotráfico y gente a la que se puede comprar para que esta actividad sobreviva.
“El problema no es con aquellos que no pueden salir de los carteles, sino con los que prefieren no hacerlo. Hay gente con un montón de dinero, pero que no se quieren salir porque esto es lo que les gusta hacer. Es como un piloto de Fórmula 1 que dice: ‘Me gusta la velocidad, me gusta correr’”.
Al ser cuestionada sobre lo que ella haría, si fuera Presidente de México respecto a este tema, señaló:
“En primer lugar hay que atacar la pobreza. La pobreza es la causa de la violencia. Usted comienza por ser un delincuente común y luego pasa a ser un delincuente violento. El tráfico del narco es un negocio que no ha sido legalizado. Es un negocio como el alcohol (durante la prohibición), que no era legal. En aquellos días, un vendedor de alcohol se consideraba una mala persona, pero cuando se legalizó, las personas que lo vendían se hicieron respetables. No veo que los vendedores de alcohol o tabaco se sientan culpables. Usted va a un restaurante y un bar y los propietarios no se sienten culpables”.
Cuestionada sobre la segunda fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, su posterior reaprehensión y lo que pasaría si fuera extraditado a Estados Unidos. Afirmó que “no le sorprendió, pero me hizo feliz”.
Afirmó que si el capo pudo fugarse por segunda vez fue gracias a que “tiene que ser con la ayuda de los más altos niveles de Gobierno. El sistema federal de prisiones es difícil. Para poder comprar ese sistema tiene que ser desde lo alto, no el Director de una prisión. Ni los guardias. Tiene que ser a nivel del gabinete”.
También manifestó que su vida se transformó; dejó de ser normal y buscó placeres donde pudo:
“La adrenalina es una droga, una adicción. Hay personas que les gusta sentir la adrenalina; algunas de ellas con las alturas; otros con armas de fuego, y las mujeres que sienten la adrenalina cuando engañan a sus maridos. Esa es la adrenalina, el pecado, en el que tal vez se quedan atrapados”.
Es en esa época en que una banda llamada Los Tucanes de Tijuana, puso a Ávila Beltrán como “La Reina del Pacífico”, en su narcocorrido “Fiesta en la Sierra”. Esta oda a la vida del narcotráfico describe cómo Ávila Beltrán llegó “elegantemente tarde” a una fiesta de cumpleaños clandestina en las montañas.
La reunión estaba llena de narcos, políticos, altos mandos militares y comandantes de policía, y solo había acceso por vía aérea. Un estacionamiento para aviones entre la Sierra, y el zumbido de los helicópteros era constante. 200 guardaespaldas y francotiradores se apostaron, a donde llegó la “Reina del Pacífico”, quien salió de un helicóptero, con gafas oscuras, AK-47 en la mano, luciendo una gorra de béisbol, sin maquillaje o joyas. Fue acompañada de inmediato a la mesa de “El Chapo” Guzmán.
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También habló del atentado que sufrió, cuando iba a desayunar, junto a un hombre llamado Joel, cuando de pronto les comenzaron a disparar desde un auto:
“Me decidí a abrir la puerta y correr. Pensé que tenía una mejor probabilidad de sobrevivir si salía. Tal vez podría salvarme entre los otros coches. Y eso fue lo que sucedió. Empecé a correr, lo hice a la acera, entré en un edificio de apartamentos, y me escondí detrás de un pequeño arbusto. Pude ver que me estaban buscando pero me agaché. Cuando oyó el sonido de las sirenas, el hombre armado que venía por mí empezó a correr para escapar. Se acordonó la zona y pude ver a Joel tirado en la calle; muerto”.
Ávila Beltrán describió cómo un humilde testigo de la escena le dio refugio, le puso su ropa y salvó su vida: “Me tomó por el brazo, me abrazó y me dijo que si alguien preguntaba, les dijera que era su sobrina. Me dio 50 pesos, porque yo había dejado todo en el coche, y escapé en un taxi”.
En el fondo, su posición es simple: cada individuo es libre de participar en el mundo de la droga o abstenerse. “Las estadísticas muestran que más personas mueren a causa del alcohol que por lñas drogas, pero donde se vende alcohol nadie se siente remordimiento”, y subrayó: “Nadie está obligado a utilizarlas”.
Las muertes relacionadas con los cárteles, dice, son el resultado de la competencia y brutales tácticas de asesinato del gobierno mexicano. “El gobierno, a veces tiene que matar a la gente, porque no es conveniente encarcelar testigos que podrían declarar contra ellos”.
Su relación con el mundo de la cocaína por ahora parece ser la de una informante privilegiada que no está dentro del juego, sin embargo, manifiesta estar orgullosa de mantener todos sus viejos contactos y relaciones, pero, a los 56 años, parece más interesada en recuperar el tiempo perdido con su hijo, que está cerca de cumplir 30 años.
Para terminar la entrevista, se le mostró el tráiler de la serie “La Reina del Sur”, que protagoniza Kate del Castillo, y se le preguntó su opinión:
“Aspiraciones ‘wanabee’ de Hollywood, que nunca penetrará en las verdaderas intrigas del mundo del narco”.
Sobre el personaje que la representa dijo: ““Ahh, pobre niña, luego te matan”, y suspiró.