Para algunos conducir un automóvil puede ser una tarea muy sencilla, incluso parece que tienen un talento natural para hacerla, pero para otros, esto puede significar un reto mayúsculo. Esto no quiere decir que unos sean mejores que otros, simplemente que somos diferentes y algunos son buenos para una cosa y el resto, para otra.
Durante 30 años, Isabelle Stedman, de Ampthill, Bedfordshire, Reino Unido, ha tomado lecciones de manejo e intentado pasar el examen para obtener su licencia, pero el resultado siempre es el mismo: Reprobada. A los 17 años tomó su primera lección y a los 47 continúa asistiendo a clases, pero sin tener un resultado positivo.
A lo largo de tres décadas, Isabelle estima que ha gastado unos 14 000 dólares en sus lecciones, pero la realidad es que nunca ha estado ni siquiera cerca de aprobar el examen. Ella dice que se siente “sobrepasada” al momento de conducir, en especial cuando debe manejar por una glorieta, pues el miedo se convierte en terror y luego ya no puede conducir.
He estado aprendiendo durante 30 años, pero aun así, cada vez que me subo a un automóvil, se siente como si nunca antes hubiera estado en uno y es aterrador.
-Isabella
No lo entiendo, pero es como si estuviera tan ansiosa y abrumada que mi cerebro se apagara y perdiera el conocimiento por unos segundos, y las glorietas son lo peor. Cuando me despierto, estamos al costado de la carretera porque el instructor tuvo que agarrar el volante y estoy tan abrumada que termino en un torrente de lágrimas y tengo que irme a casa.
Isabella trabaja en un supermercado, es madre de dos hijos, de 22 y 17 años, y asegura que ellos pasarán sin problema el examen de manejo antes que ella. Desafortunadamente, sigue sin romper ese bloqueo que no le permite manejar, lo que tampoco la deja visitar más seguido a los familiares que no viven tan cerca de su casa. Además, su hija está por entrar a la universidad y ella quisiera llevarla a sus clases.
Cuando debe llevar a sus hijos a algún lugar o ella tiene algo que hacer, un amigo pasa por ella, lo que la hace sentir constantemente avergonzada.
No odio manejar, quiero hacerlo, pero siento que es imposible para mí. Además, ni siquiera bebo, así que sería la conductora designada perfecta. ¡Es un desperdicio!
Isabella dice que al menos en ese aspecto han sido 30 años de pesadilla, pero tiene confianza en que en algún momento podrá vencer ese miedo y seguir conduciendo hasta pasar el examen. Estamos seguros de que lo podrá lograr cuando se lo proponga realmente. ¿Tú cuánto te tardaste?