A pesar de ser la nieta de Traudl Engelhorn, una de las fundadoras de la compañía química BASF, la mayor del planeta, hasta hace poco casi nadie conocía el nombre de Marlene Engelhorn.
Marlene, de 29 años, es estudiante de Literatura en Viena, Austria, miembro fundadora de Tax Me Now (“Cóbrame impuestos ahora”, en español) y heredera de uno de los grupos farmacéuticos más grandes a nivel mundial. Recientemente ha aparecido en todos los tabloides debido a su decisión de donar el 90 por ciento de su herencia, 4302 millones de dólares, porque “no quiere ser tan rica”.
Demasiado dinero para ser feliz
En serio me hubiera encantado estar feliz con la herencia y, bueno, cuando me anunciaron que heredaría, quería ser superfeliz. Pero entonces simplemente pensé, ‘¿Qué?’, horrorizada y enojada al darme cuenta del obsceno tamaño de la fortuna que sería mía.
El grupo BASF es una empresa química transnacional fundada en el siglo XIX por Friederich Engelhorn, antepasado de Marlene, y el negocio, que supera en tamaño y en valor a titanes como DuPont y Dow, sigue perteneciendo en gran parte a su familia.
Su abuela y la herencia
La abuela de la joven, Traudl Engelhorn, de 94 años, que está en el puesto 687 de las personas más adineradas del planeta, le dijo a su nieta hace un par de años que sería depositaria de la nada despreciable fortuna familiar, que se cuenta por miles de millones de dólares.
Según Marlene, tener tanto dinero que ni siquiera puedes gastarlo todo te lleva a no sentirte bien con lo que tienes. Además, dijo que rechazó la herencia porque ni siquiera es fruto de su propio trabajo, por lo que no puede sentirse orgullosa de ello.
¿Simplemente va a regalar su herencia?
Hay que entender que cuando Marlene decidió ceder el 90 por ciento de la enorme fortuna que hereda, quedándose con 430.2 millones de dólares, no está simplemente deshaciéndose del problema, transfiriendo el dinero para ya no tener preocupaciones o pagar de más impuestos, sino que tiene como objetivo cambiar la forma de pensar de la gente, para que grandes fortunas como la suya vayan siendo devueltas a la gente.
Si simplemente transfiero todo mi dinero, me estaría sacrificando por un ideal, algo así como dar clic y decir que ya todo se solucionó. En vez de eso, tenemos que cambiar las cosas, hacer que los ricos tengan que devolver a la sociedad lo que han ido quedándose.
Los ricos también lloran
Es importante que la gente rica entienda que también son parte de la sociedad: que lo que tienen, lo que pueden hacer, todo es resultado de la coexistencia con los demás.
Impactada por el estado de las cosas, en el cual los ricos son capaces de beneficiarse del trabajo de los demás, sin devolver más que migajas a la sociedad, la profunda tristeza y enojo de Marlene la llevó a buscar consejo sobre qué hacer con la tremenda fortuna que estaría en sus manos y conversando con expertos y amigos, llegó a la conclusión de que donarlo prácticamente todo al estado era la mejor solución.
La filantropía no basta
Según Marlene, el hecho de que los “filántropos” devuelvan algo a la sociedad, está bien… pero es muy poco y muy a modo, es decir, los ricos deciden a dónde va el dinero “de su caridad” y muy seguido hasta les sirve para deducir impuestos, de por sí ya muy bajos para los magnates.
Ella considera que una autoridad debería tomar cierta cantidad del dinero de los ricos y redistribuirla a la sociedad, en los sectores que se necesiten para ayudar a la mayor cantidad posible de gente y no solo a las caridades o a las causas que los ricos decidan apoyar.
Justicia económica
Entre otras razones por las que Marlene no quiere aceptar el dinero que heredaría de su negocio familiar está el aspecto de la justicia. Según ella, en Austria, el 40 por ciento de las riquezas se concentran en el uno por ciento de las manos, lo que resulta en situaciones de injusticia y falta de equidad.
La monstruosa diferencia en la distribución de la riqueza es injusta y la injusticia lleva al malestar social, que fomenta y agudiza los problemas como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. En palabras de la joven, “se popularizan las deudas y se privatizan las ganancias”.
El mundo es más importante que la fortuna
Según Marlene y quienes comparten su punto de vista en cuanto a la justa distribución de la riqueza, no solo es posible, sino necesario que la riqueza vuelva a manos de la mayoría, para hacer el mayor bien posible en lugar de pertenecer a quienes ni siquiera sabrían qué hacer con tanto dinero.