Conocida como “la dama inoxidable”, Angela Merkel se ganó el respeto y la admiración no solo del pueblo alemán, sino de todo el mundo, por su fuerte personalidad y un trabajo incesante que tiene ubicada a Alemania como la potencia número uno en Europa, algo que no es sencillo, por los tiempos en que vivimos y la enorme competencia que existe.
En 2005 fue electa canciller de su país y durante casi 16 años ha mantenido una aceptación por encima del 50 por ciento, algo que parece imposible para un político durante un periodo tan largo, pero sus resultados y su forma de trabajar se han ganado incluso a muchos de sus rivales, quienes no tienen más que rendirse ante una figura tan importante como Merkel.
Una de las funciones del canciller es participar en las cumbres de líderes de la Unión Europea, donde estos aprovecharon para despedirla con una ovación de pie, pues Merkel dejará su cargo definitivamente. Además, en la cumbre, que se realizó en Bruselas, Bélgica, los representantes de las naciones de Europa le dirigieron mensajes de respeto a su trabajo.
Charles Michel mencionó que ahora las cumbres europeas sin la presencia de Merkel serán “como Roma sin El Vaticano o París sin la torre Eiffel”. A lo largo de su tiempo como canciller alemana, participó en 107 cumbres de líderes de la Unión Europea, siempre con puntos de vista agudos y propositivos, lo que le ganó la admiración que le mostraron en su despedida.
La Unión Europea no ha sido la única que reconoció el trabajo de Merkel al frente de la nación alemana, pues también en su partido le brindaron una ovación por el gran trabajo que hizo como canciller por 16 años, algo que se dice fácil, pero que implica un temple de acero, mucha inteligencia y capacidad de diálogo. No por nada ha sido considerada como la mujer más poderosa del mundo.
Además, en las calles se hicieron sentir los ciudadanos para aplaudir a una mujer firme y con una visión de estado que ha dado estabilidad política y económica a su país. Estamos acostumbrados a que a los políticos se les rechace, los insulten y abucheen, y en la gran mayoría de los casos hay razones de sobra para hacerlo, pero Merkel demostró que no todos son iguales.