La casa en la que vivimos es un lugar especial, lleno de recuerdos y amor, por lo que es muy complicado que decidamos venderla así como así, aunque la oferta sea generosa y la presión de una gran empresa por adquirirla sea enorme.
Edith Macefield se convirtió en una heroína en Seattle porque resistió la tentación del dinero y soportó que una empresa estuviera insistiendo para comprarle su casa, porque en ese lugar construirían un centro comercial. Al final, no pudieron convencerla y cambiaron el plano de la construcción para que el complejo de tiendas rodeara su vivienda.
La madre de Edith compró la casa en 1953 y desde entonces se convirtió en su hogar. En ese momento pagó 3500 dólares por este inmueble, pero para 2006, cuando era la única vivienda que le faltaba comprar a la inmobiliaria que construía el centro comercial, le ofrecieron cerca de 800 000 dólares por ella.
Poco a poco, la empresa había ido comprando todas las propiedades de la zona y ante la negativa de Edith, subieron la oferta a un millón de dólares por la casa de más de 108 años de antigüedad, en la que ella había vivido por más de 50 años.
La mujer no se dejó convencer, así que los constructores no tuvieron más remedio que cambiar los planos y levantar el edificio alrededor de la vivienda para que ella siguiera habitando en ese lugar. Su acto de resistencia le ganó el respeto de la comunidad, porque no es fácil resistirse a esa cantidad de dinero y tampoco no era fácil vivir con todo el ajetreo de la obra y luego de la gente en el lugar.
Incluso el superintendente de la construcción, Barry Martin, entabló una relación amistosa con Edith, pues se ganó su respeto y la visitaba constantemente para llevarle algo de comida o para acompañarla a visitar al médico, algo que también es de resaltar, porque sabemos que muchas empresas se valen de cualquier truco sucio con tal de obtener lo que quieren.
Sin embargo, dos años después de su hazaña, en el 2008, Edith murió a los 87 años a causa del cáncer de páncreas que padecía. La mujer fue sepultada junto a su madre, quien murió en 1976 y que era el motivo por el que no quería vender la casa, porque ahí guardaba los recuerdos de su vida con ella.
Por increíble que parezca, Edith le heredó la casa a Barry Martin, es decir, después de negarse a venderla, terminó por regalárselas debido a la bonita amistad que había entablado con el superintendente y como agradecimiento por todos los cuidados que le brindó.
Edith nació en Oregon, pero antes de cumplir 18 años se enlistó en el ejército y partió a Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, fue dada de baja cuando descubrieron que era menor de edad. Permaneció en Inglaterra por varios años, se casó cuatro veces y se divorció en igual número de ocasiones. Además, tuvo un hijo, aunque, desafortunadamente, murió a los 13 años.
Después de su muerte, su casa se convirtió en un ícono. Disney colocó globos para promocionar su película de Up. Un artista del tatuaje, de nombre Curtis James, hizo un diseño con la casa y asegura que más de 50 personas se la han tatuado. En 2013 se creó el Festival Macefield de Música para honrar el legado de Edith.
En 2009, Barry vendió la casa por 320 00o dólares a Greg Pinneo, quien la usaba como oficina de su empresa de bienes raíces, pero como este hombre no pagó impuestos y otras obligaciones, la casa fue subastada en 2015, pasando a manos de Regency Centers, los propietarios del resto de los edificios del centro comercial.
Para 2021 corrió un fuerte rumor de que la casa sería demolida, pero la empresa anunció que no tienen intenciones de derribarla, sino que será una parte de todo el complejo para celebrar la memoria de Edith y un punto de reunión para quienes festejan su espíritu de resistencia.