Ian Manuel tenía 13 años, vivía en uno de los barrios más violentos en Florida, Estados Unidos, pero un día tomó una mala decisión: asaltó a una mujer, hiriéndola gravemente con un arma. El juez le dio una sentencia de adulto, condenándolo a cadena perpetua; pero ahora, la mujer a la que casi mata, le salvó la vida.
La última vez que Ian Manuel vio a Debbie Baigrie, le disparó en la cara, destrozándole la mandíbula; pero 26 años después, se encontraron cara a cara minutos despúes de que él salió de la cárcel.
El crimen
En 1990, Manuel vivía en Tampa en una comunidad muy pobre y violenta. Estaba con sus amigos paseando cuando se aproximaron a Baigrie, quien salió a la calle por primera vez luego de haber dado a luz a su segundo hijo.
Manuel le pidió que le entregara sus pertenencias y empezó a disparar. Días después la policía lo arrestó y confesó haber sido quien disparó el arma. Aunque era un niño, el juez que llevó el caso quiso poner el ejemplo y lo sentenció a cadena perpetua.
Baigrie recuerda que cuando escuchó la sentencia, le rompió el corazón saber que su vida la pasaría encerrado.
Tiempo despúes, Baigrie recibió una llamada en Navidad, de parte de Manuel. Era la segunda Navidad de Manuel tras las rejas.
“En cuanto aceptó la llamada, dije: señorita Baigrie, soy Ian, llamo para pedirle disculpas por dispararle, quiero desearle a usted y a su familia una feliz Navidad”
Para Baigrie, quien pasó 10 años en cirugías reconstructivas, la llamada fue una sorpresa.
“Estaba sorprendida porque se escuchaba muy fresco, pero llamó para disculparse. Me pareció inusual y raro, especialmente de alguien tan joven”.
Las cartas
Poco después, empezó a recibir cartas de él. Las cartas de Manuel sorprendieron a Baigrie:
“Sus cartas estaban muy bien articuladas para ser tan joven. Ni siquiera sé si ha terminado la preparatoria”, dijo.
Mientras él le seguía contando la historia de su vida tras las rejas, Baigrie se dio cuenta de que podría perdonarlo, y que intentar hacer algo por él podría valer la pena.
“Pensé: ‘vaya, este chico es listo, no hay que desperdiciar su vida, hay que darle una oportunidad’, pues él era inteligente y tenía remordimientos”.
Finalmente, le contestó. Ya que las leyes lo prohíben, nunca se conocieron en persona mientras estaba en la cárcel. Pero a través de la correspondencia, Baigrie conoció a su victimario y llegó a acudir a las audiencias donde lo saludaba de lejos.
Muchos de los amigos de ella no comprenden su actitud.
“La gente me dice que soy una ilusa y que tengo el síndrome de Estocolmo, pero pienso que si no le ayudo, su vida se perderá. Si lo ayudo mi vida tampoco se desperdiciará, porque siento que el castigo es mucho más de lo que debería haber sido”.
Confinamiento solitario
Ella tampoco está de acuerdo con el trato que recibió Manuel en la cárcel. Él pasó mucho tiempo en aislamiento porque debido a su edad, según el sistema de justicia, debía permanecer separado del resto de sus compañeros.
El aislamiento afectó su salud mental y por ello tuvo que pasar cerca de 20 años separado de la población general.
“Una vez que estás en confinamiento solitario, es muy difícil que salgan sin dificultades y se integren, siendo un joven de 15 años a quien se le ha dicho que morirá en prisión”, dijo Bryan Stevenson, abogado que ha seguido el caso de Manuel.
La liberación
En el 2010, la Corte derogó las sentencias de por vida para jóvenes menores, y Baigrie supo que Manuel fue liberado beneficiándose de esa resolución. La sentencia de Manuel eventualmente fue modificada y reducida en dos ocasiones.
El 10 de noviembre de 2016, Manuel finalmente fue liberado a los 39 años de edad. Al salir, horas después se reunió con Baigrie. Más de 26 años después, se vieron en una estación de servicio en Florida.
“Ian y yo salimos de los autos y nos abrazamos por dos minutos, fue como una reunión largamente esperada. Fue muy lindo”.
Manuel por su parte, dijo:
“Tenía que hacer algo que solo había soñado por años, tenía que besarla en el mismo punto donde la bala entró y salió.
“No sentí como que abrazaba a una extraña, Debbie no solamente es un ángel guardian, es como una segunda madre”, dijo Manuel cuya madre y otros familiares murieron mientras él estaba en la cárcel.
Terminaron en un restaurante donde comieron pizza, a unas cuadras del lugar donde ocurrió el tiroteo hace 26 años. El impacto del apoyo de Baigrie a través de los años es difícil de cuantificar, dijo Ben Schaeffer, uno de los abogados.
“Significa mucho para este chico traumatizado, corroído por la culpa y abandonado en confinamiento solitario, que la persona que él hirió, sea alguien que reconoce su humanidad. Ian no estaría aquí si no fuera por ella”.
Manuel dejó la prisión y lentamente se ajusta a la sociedad. Vive en Alabama, donde hay un programa que ayuda a los jóvenes como él a adaptarse a la vida fuera de la cárcel.