Si uno de tus propósitos de año nuevo fue bajarle un poco a tu mal temperamento y ser menos enojón, deberías pensarlo dos veces porque te estarías perdiendo la oportunidad de ser más inteligente y más trabajador.
Estar siempre de malas, molestarse por todo y aprovechar cualquier situación para refunfuñar no es tan malo como suena. De hecho, tener un mal temperamento tiene ventajas científicamente demostradas; ser un renegado te ayuda a trabajar mejor y a ser más inteligente.
El investigador Joseph Forgas y sus colegas de la Universidad de New South Wales, en Australia, han realizado diferentes estudios acerca de cómo el temperamento influye en nuestra vida diaria. En uno de sus experimentos, las personas tenían que juzgar algunos mitos urbanos después de haber visto películas que alteraron su humor.
Los voluntarios fueron divididos en dos grupos. Al primero le proyectaron películas para que se sintieran felices y al segundo le pusieron cintas para hacerlos sentir mal. Después les preguntaron su opinión acerca de mitos como la leucemia provocada por plantas de energía o si la CIA estuvo detrás del asesinato de Kennedy.
Los resultados mostraron que las personas de mal humor tienden a ser más escépticos y a evaluar con más detalle la información. Según los científicos, los gruñones desarrollan más atención, tienen mejor memoria y por eso son más inteligentes. Según Forgas:
Los estados de ánimo negativos indican que estamos en una situación nueva y desafiante y requerimos un estilo de pensamiento más atento, detallista y observador.
Otra investigación llevada a cabo por Gabriele Oettingen de la Universidad de Nueva York también resaltó las ventajas de ser gruñón en el trabajo. El estudio concluyó que las personas que se sienten satisfechas dejan de proponerse metas y se estancan en una agradable zona de confort.
En cambio, quienes tienen un mal temperamento contínuamente se están esforzando y logran entender mejor los detalles mínimos, pero importantes, en las relaciones profesionales y tienden a ser más persuasivos.
Mientras la gente “feliz” vive en un mundo de fantasía, los gruñones están más atentos al mundo real y saben que las cosas buenas no pasan si ellos no hacen que pasen. Así que poco a poco, los enojones van consiguiendo mejores trabajos.
Tener un temperamento malhumorado nos ayuda a detectar mejor la amenazas y riesgos del mundo; las personas alegres a veces se dejan llevar por la euforia y terminan haciendo cosas peligrosas y estúpidas.
El mal humor no es tan malo después de todo…