Marcel Amphoux era un agricultor francés que tenía una cuantiosa fortuna y varias propiedades en Puy-Saint-Pierreun; sin embargo, aunque era millonario era un completo ermitaño, vivía sin agua ni electricidad, “como un oso”, según el diario francés Le Point; y no tenía dientes. Una mujer se casó con él por interés, pero grande fue su sorpresa cuando se enteró que no le dejó ni un centavo.
Marcel tenía 67 años cuando murió en un accidente automovilístico, en 2012, un año después de casarse con Sandrine Devillard, una mujer 25 años más joven que él. Sin embargo, la sorpresa fue que no le dejó ni un centavo de herencia a su esposa, acusada de ser una cazafortunas, y quien perdió finalmente hace unos días, el litigio por su herencia.
En 2011 la mujer se casó con el ermitaño al que le faltaban muchos dientes, entre abucheos de los residentes del pueblo Puy-Saint-Pierre, pues consideraban que Sandrine solo estaba interesada en su fortuna. Incluso el alcalde de ese pueblo, Jean-Marius Barnéoud, también creía que la mujer solo quería su dinero.
Barnéoud reportó a la policía sus sospechas, pero estas no llegaron a más. Estas crecieron cuando la mujer prefirió vivir en París cómodamente, sin pasar tiempo con su marido.
Sin embargo, y para sorpresa de todos, la abnegada viuda hizo un video musical para tratar de acallar las críticas a su matrimonio, llamado “The Calle of the Sun” (La llamada del sol).
Ahí describía las maravillas de su nuevo matrimonio, donde incluso se le ve entrar a la cueva de su marido.
Ella conoció al millonario en una negociación inmobiliaria, cuando trataba de comprar algunas propiedades. Y para sorpresa de todos, al poco tiempo apareció como su novia, y después se casó con él.
Luego de la muerte del ermitaño, se supo que no había dejado nada a su esposa, por lo que inició un litigio. No obstante, recientemente, las autoridades determinaron que la decisión del hombre, de no incluirla en su testamento, era legítima y legal.
Ella aseguraba que el testamento no había sido escrito por su esposo y que no era de su puño y letra, por lo que denunció un abuso de confianza.
Para su sorpresa, el ermitaño francés dejó la mayor parte de su herencia a su hermana, y algunas cabañas de gran valor a los habitantes del pueblo donde vivía; pero a la esposa nada.