En algunas ciudades del mundo, sobre todo en Estados Unidos, ha ido al alza el número de personas y empresas que se dedican a dar abrazos… sí; aunque parezca una broma, esta es una actividad que se ha convertido en un servicio profesional, el cual ha ido creciendo, sobre todo en las temporadas de frío, como la navidad.
Es sabido que durante el invierno los sentimientos de soledad y vacío se intensifican, y para ello, no hay nada mejor que un abrazo. Eso lo han entendido muy bien estos profesionales, quienes cobran desde 40 dólares la sesión, hasta 400 por pasar la noche completa abrazando a alguien.
En este tipo de situaciones, existe gente como Josh Herchenroeder, quien está en su tercera sesión de abrazos, con la finalidad de sentirse mejor e ir derribando algunas barreras:
“Personalmente, tengo afectaciones en el contacto físico. Nuestra sociedad está afectada en el contacto físico. Vengo de una historia en la que he dado muchos cuidados, pero no me he cuidado a mí realmente.
“Esto no tiene nada que ver con una novia. No hago esto porque no pueda tener una cita”.
Este es un punto fundamental: no se trata de un servicio de citas, ni mucho menos de prostitución. Los contactos de índole sexual están prohibidos y aunque se pueda pasar toda la noche juntos, se trata de un ejercicio para volver a conectarse con uno mismo y con los otros, a través de un contacto físico, sí, pero que nada tiene que ver con cuestiones sexuales.
Todo se mantiene dentro de ese límite; digamos, una especie de relación simbólica, y como este mismo cliente lo aclara, no es para personas que no tengan suerte para conseguir una pareja, sino para quienes han desarrollado algún trauma respecto al contacto físico, o para quienes, en determinado momento necesitan esa compañía.
Samantha Hess abrió una “tienda de abrazos” en Portland, Oregon, y para que te des una idea del éxito de estos profesionales, en una semana ha llegado a recibir hasta 10 mil correos de personas interesadas en pagar 60 dólares por una sesión de una hora de abrazos.
Aclara: “este no es un servicio orientado a adultos, sino de un ambiente cálido y familiar”. Señala que ella misma se encontró en algún momento en que “pagaría porque alguien me diera un abrazo”, así que pensó que esto pudiera conectar de nuevo a las personas, y también, ser un negocio bastante rentable.
Kimberly Kilbride, de 33 años, recibe a sus clientes en Highland, aproximadamente a hora y media de Nueva York, donde, por 80 dólares ofrece una hora de abrazo profesional, o bien, por 400, duerme a sus hijos, se pone una pijama de franela y pasa toda la noche con el cliente en turno.
Una de sus clientes es Melissa Duclos-Yourdon, escritora y editora de 35 años, quien comentó: “Me he convertido. Una vez que fui abrazada me sentí transformada”.
Kristi, quien ofrece este servicio en Austin, Texas, subraya:
“Mucha gente piensa que esto es una especie de prostitución, pero definitivamente no lo es. Es abrazar como lo hace tu madre en tu cuarto. Los clientes se nutren, así como lo hace una madre cuando carga a su hijo”.
Durante las sesiones, los clientes y el profesional pueden hablar, compartir algunas caricias, tomarse de la mano, siempre y cuando, incluyendo la charla, no tengan connotaciones sexuales de ninguna índole, aclara.
Los clientes son de todos los estratos sociales, dice Kristi; de diferentes creencias y condiciones. Desde autistas; quienes tienen problemas con sus relaciones de pareja; los que se sienten solos en el mundo; quienes buscan una nueva conexión con ellos mismos y los demás.
Y además, hay un poco de todo, como cuenta Travis Sigley, de 27 años, quien ofrece este servicio en San Francisco: “Tuve una clienta que quería que le hiciera cosquillas toda la sesión”.
Como es un “negocio” que tiene relativamente poco -cerca de 5 años en Estados Unidos-, todavía hay algunas resistencias. Algunos han tenido que mudarse por las críticas de los vecinos de que se trata de prostitución; o bien, estar expuestos a constantes revisiones de la policía, aunque hay que decirlo, algunos medios han consultado al menos a una docena de estaciones de policía en lugares donde se ofrecen estos servicios y no se ha presentado ningún problema.
También, cada prestador del servicio establece sus propias condiciones. Kelly Peterson abraza en cojines o sillones reclinables, ya que considera que hacerlo en una cama pudiera mandar un mensaje equivocado al cliente. Otros hacen firmar un contrato al cliente donde se especifica el tipo de servicio; otros más incluyen un diagrama, donde se marca en rojo las partes del cuerpo que está prohibido tocar.
Una interesante alternativa, no solo para los solitarios, sino de negocio…