A través de los años, los humanos hemos aprendido a adoptar el mecanismo de supervivencia de ciertos animales e insectos; de ahí que los militares y cazadores usen uniformes, cascos, vehículos y otros equipos suyos camuflados, que visualmente se confunden con el ambiente.
Sin embargo, si de sobrevivir se trata, los insectos nos dejan maravillados pues, en su afán por no ser una presa fácil para otros insectos y demás depredadores, dependen de sus capacidades de camuflaje, mimetismo y ocultamiento; o sea, entre otras, de imitar a otros objetos y animales para confundirse en su medio.
El día de hoy hablaremos de una especie de polilla con un traje de camuflado bastante peculiar, pues es algo que hasta a los humanos nos daría mucho asco: sus alas parecen dos moscas comiendo excremento.
Estamos hablando de la Macrocilix maia, una especie de polilla de Malasia descubierta en 1888, que llega a medir cuatro centímetros y medio. Sus alas pintan la silueta de dos moscas sobre una mancha marrón que se asemeja a los deshechos de un pájaro. No conforme con esta extraña imagen, la polilla refuerza este mimetismo desprendiendo un olor fuerte y penetrante.
Al parecer, los depredadores no son tontos y también repudian los olores grotescos, así como prefieren evitar enfermedades o parásitos que puedan atrapar al comer moscas, así que mejor se alejan como haría cualquiera de nosotros.
En sí, esta característica es fascinante, y distintos investigadores afirman que lo más impresionante es que sus alas son resultado de la evolución. Todo comenzó con una ligera mutación que mejoró la supervivencia de una familia de polilla. Esta mutación se transmitió en los genes mejorando la imagen de lo que parecen dos moscas comiendo popó de pájaro.